Archivo por meses: noviembre 2006

La manta corta

La mentira es corta. Como la manta insuficiente que no puede tapar a la vez la cabeza y los pies. Por acusar al PP, en un reciente vídeo, de haber cedido ante ETA en 1998 y 1999, y pensar defenderse así de lo que el PP le acusa hoy, el PSOE ha irritado seriamente a Batasuna (ahora la llama Izquierda Abertzale), su actual interlocutor en el proceso de autodeterminación -llamado por algunos proceso de paz-, y al mismo tiempo al PNV, EA, al Gobierno vasco y hasta al alcalde socialista de Donostia. Otegi, el mejor representante político de ETA en todo este disparate, que hace aguas por todas partes, ha reaccionado entre perplejo, divertido y cínico: “¿Piensa el PSOE en la solución haciendo menos aún que el PP?”.

Malefakis y la guerra civil

Otro prestigioso historiador norteamericano, el que nos enseñó muy pronto qué fue y dejó de ser la reforma agraria durante la Segunda República, Edward Malefakis, profesor en la universidad de Columbia, nos va traduciendo hoy del inglés al castellano una lección sobre economía y sociedad en la guerra civil española. Tras el estallido bélico, algunas de las notas distintivas de la revolución española fueron: su doble carácter rural y urbano, su espontaneidad, y la estrecha conexión entre guerra y revolución, que no son fáciles de encontrar en otros casos similares. Para Malefakis, la divisiónn del ejército y la participación directa de las organizaciones obreras desde el primer momento en el conflicto fueron dos causas próximas de la guerra.. Y la revolución la causa más importante de la fragmentación de las fuerzas políticas y militares republicanas, al no tratarse de una guerra de guerrillas, sino de una guerra convencional. El terror revolucionario, similar al de los jacobinos franceses y bolcheviques rusos, fue un terror en un principio incontrolado más que organizado: cada uno podía hacer cualquiera cosa, aunque luego fuera organizado también. La Iglesia fue, según él, el grupo más victimado -el presidente de la mesa y del congreso, Alfonso Bullón, le matiza y le dice que fue, proporcionalmente, la nobleza titiulada-, comparable de lejos con el grupo de “sindicalistas libres” en un bando, y de maestros marxistas en el otro. Reduce, por el contrario, la importancia de las colectivizaciones, que fue mayor por sus consecuencias indirectas. No todas las incautaciones terminaron en colectivizaciones, ni mucho menos. Al final, sólo el 22% de la propiedad en el territorio republicano fue colectivizado, llegando en el campo.al 25%. En la región más famosa por el colectivismo anarquista, Aragón, la extensión de las tierras colectivizadas fue mínima: un 3% de la región, y el monto de su riqueza regional, sólo el 7%.

Payne y guerra civil

Conocí en Madrid a Stanley G. Payne, profesor de la universidad de Madison-Wisconsin, a mediados de los sesenta. Hoy le veo y oigo en el Congreso de historia, de nuevo en Madrid, ya convertido en especialista renombrado y reconocido en la historia de la guerra civil, del franquismo, y de tantos otros sectores de nuestra reciente historia. No he leído sus últimos libros, pero el que estoy terminando, El régimen de Franco, 1987 (Alianza Editorial) es una obra maestra. Payne piensa ahora que la situación actual de España es de una cierta crispación en algunos niveles o dimensiones, pero que no tiene nada que ver con la movilización sectaria del invierno y de la primavera de 1936. Estima igualmente que la sociedad española está en general bastante despolitizada. Por eso no puede haber una guerra civil. Lo que no quiere decir, según él, visto lo que está ocurriendo estos dos últimos años, que no haya alguna clase de convulsión política. Ahí es nada, dicho por uno de los grandes y libres historiadores de la España contemporánea que nos quedan.

En Madrid

Más de 120.000 personas se manifiestan en Madrid…”, escribe hoy un diario madrileño, partidario todavía del proceso de paz y del consenso en torno a él (¿en qué se concreta el consenso?). Sí, es verdad: han sido más de 120.000, y más también de 7.950. Por lo visto, las 120.000 del cálculo oficial y cicatero deben de parecerles pocas.
Cuando llego al congreso de historia, me entero de que esta semana hay un congreso internacional sobre la segunda república española y la guerra civil, y de que, la siguiente, hay otro congreso internacional sólo sobre la guerra (¿pensarán acaso que ésta última puede entenderse sin el período precedente?). A un congreso lo llaman azul y al otro rojo. Qué ejemplo el de las universidades españolas repartiéndose colores históricos. Tal vez dentro de otro siglo, serán capaces de entenderse las diversas universidades, escuelas, ideologías, tradiciones, etc., y podrán organizar un solo congreso, contando con los que más sepan del asunto, como hemos conseguido ya hoy día, p.e., al tratarse de la guerra de la independencia, de 1808.
Vuelvo a las víctimas del terrorismo. Su organización principal no nació del PP, ni mucho menos. Representa a muchas, muchas más de lo que parece. Como que somos casi todos. Las más activas, las que más se oyen, el mayor defecto que tienen es el de no rendirse ni al miedo, ni al engaño, ni a la demagogia y mucho menos a la rendición. Y, fuera este su inicial propósito o no, lo cierto es que hoy son el valladar humano y cívico-político más firme no sólo frente al olvido o a la inmisericordia, sino sobre todo frente a la legitimidad del terrorismo, es decir, frente a la legitimidad de sus reivindicaciones políticas, en las que parecen estar de acuerdo, de un modo u otro, los partidos del consenso susodicho; desde luego los partidos independentistas, soberanistas y confederales, y no pocos, ay, socialistas, con tal de conseguir otras cosas más inmediatas. Por eso mucho más que solidaridad (la antigua caridad despojada de justicia), lo que exigen y airean las víctimas más activas es un poco de sentido común político, sin el cual todo lo demás es imposible. Si son, si somos, víctimas, es porque lo somos de unos objetivos políticos, que es lo que está en juego en este proceso de autodeterminación. Los etarras mataron por esos objetivos concretos, no por quitar de la circulación a un millar de personas, sin más. En todo caso, solidaridad con la más elemental justicia democrática y patriótica.

Chamberí

Con ocasión de un congreso de historia al que me invitan, me mandan a un pequeño y caluroso hotel del barrio madrileño de Chamberí, a unos pasos de la calle Galileo. Aquí estrené con mi madre y un colega mi primera estancia en la capital, con escasos medios económicos, allá por octubre de 1965, un año difícil en mi vida. Me acerco a nuestra antigua y apretada vivienda, alta fachada de ladrillo rojo con ligeros voladizos de ventanas. Han pintado unos ciervos en la pared frontera de la entrada. Veo el arranque de la escalera enjuta y oscura junto al ascensor. La calle Galileo, como las aledañas y perpendiculares de Vallehermoso, Blasco de Garay, Guzmán el Bueno, y las transversales, algo más amplias, Joaquín María López, Donoso Cortés, Fernández de los Ríos, Fernando el Católico, etc., son calles largas, con acacias negruzcas de gases a los dos lados, llenas de tiendas y de pequeños comercios. Similares a las de una ciudad pequeña y próxima. Todavía en aquellos días las bolsas de basura se llevaban en carros tirados por burros. Noto los cambios evidentes en algunos solares, veo algunos jardines y centros culturales nuevos, visito la iglesia escurialense del Santo Cristo de las Victorias, que era nuestra parroquia; hoy lleva una placa, fechada en 1971, en recuerdo de su párroco fundador. Sigo luego por la bulliciosa avenida Cea Bermúdez hasta llegar, bajo los dos grandes hospitales, a los terrenos de la Ciudad Universitaria, donde contemplo una amplia transformación de espacios ajardinados en torno a lo que es hoy el Museo de América, entonces también residencia, en la que pasé los primeros días de mi estancia madrileña. Pinares y paseos alegres tras el trabajo en bibliotecas archivos y clases. Inolvidables crepúsculos sobre la Casa de Campo, cerca de la que viví después casi ocho años. Todo es hoy más luminoso, limpio y ordenado, más ruidoso también. Un tanto extraño pero a la vez tan mío. Iglesia universitaria, antaño, con los curas ilustrados Sopeña, Maldonado, Aguirre… Colegios Mayores cercanos, vivaces espacios entonces de encuentros y sorpresas, de muchos proyectos renovadores. Cuántos sueños, ilusiones y congojas, cuántas decisiones, siempre discutibles. Peregrino esta tarde no sólo hacia lugares familiares, vueltos a visitar, sino hacia mi propia vida anterior e interior. Peregrino de mí mismo, pero, en verdad, de la misma humanidad que a todos nos semeja y hasta constituye, y, en definitiva, de Dios, hacia el que, sabiendolo o no, queriéndolo o no, por unos u otros tajos o atajos, todos peregrinamos.

Objetividad

Sin objetividad -escribe Mario Bunge- “no hay ciencia ni técnica ni gobierno competente”. Lo curioso es que todos afirman esto mismo de la ciencia y de la técnica, pero poquísimos de un gobierno competente.< ?xml:namespace prefix = o />

Memoria histórica

Si algo puede significar eso de memoria histórica -la memoria es siempre histórica-, es el conocer y hacer inteligible la realidad sucedida dentro del espacio y el tiempo correspondientes. Y no reconstruir la historia desde hoy, al servicio de una causa política de hoy.< ?xml:namespace prefix = o />

Abrir los mercados a los pobres

Cuando leo y oigo hablar a todas horas de la lucha contra la pobreza, me acuerdo de aquel economista húngaro, Peter T. Bauer, nacido en Budapest en 1915 y nacionalizado británico en 1934, graduado en Cambridge y profesor después en la London School of Economics. La reina lo nombró lord en 1983. Este economista prestigioso militó como pocos en favor de los pobres del mundo. Desconfiaba en principio de los gobiernos, de los discursos pomposos y propagandísticos, y de las ayudas oficiales. En su opinión, no era el pasado colonial la causa de la pobreza de todos los pueblos colonizados, como sostienen todavía algunos demagogos, sino las estrategias contemporáneas, políticas y económicas. En su obra clásica, Crítica de la teoría del desarrollo, defendió por encima de todo la apertura a los países menos desarrollados -no Tercer Mundo– de los mercados de los países ricos, sin trabas ni impedimentos. Cosa que hasta hoy sigue siendo una irrealidad, comenzando por los Estados Unidos de América y siguiendo, aunque con ciertas excepciones, por los demás países del G-8, y de la Unión Europea. La lucha contra la pobreza (la miseria, más bien) no suele ser más que unas escaramuzas contra ella.

El fin no justifica los medios

Leo en DNo, que cita como fuente las “agencias”, el título de que “la Iglesia vasca denuncia un programa de Antena-3, que le ligaba a ETA“. En el cuerpo del artículo se dice que el sujeto denunciante son las tres diócesis de San Sebastián, Bilbao y Vitoria, sin mayores precisiones. Con vocablos fuertes, como “repulsa“, “indignación“, “uso inmoral“, “modo alevosamente manipulador“, “atropello de derechos y deberes“, etc., se acusa y deslegitima el trabajo con cámara oculta de varios periodistas, que pasaron por estudiantes o parientes de víctimas del terrorismo y entrevistaron al obispo Setién y a varios eclesiásticos (párrocos, profesores, jubilados, etc.) nacionalistas o independentistas guipuzcoaanos, vizcaínos, alaveses y navarros, algunos de ellos muy cercanos política y militantemente a ETA, a la que algunos de ellos consideran una organización política, no delictiva. Estoy lejos de aprobar ese programa, En el nombre del Padre, que vi en su totalidad la noche del pasado día 16, ni en sus métodos ni en sus unidireccionales propósitos y conclusiones. Es verdad, el fin no justifica los medios ni siquiera en los medios informativos. Pero tampoco la patria vasca, ni la independencia de Euskadi, ni el odio a España justifican la actitud y la actuación mostradas por algunos de esos eclesiásticos, complacientes cuando no colaboradores de varias maneras con una de las bandas de asesinos más criminales del mundo.Tampoco dentro de esa “Iglesia vasca” o de esas tres diócesis, el fin justifica los medios.

Confusión y turbación

La encuesta que hoy publica el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), con la pérdida de confianza de los españoles en el partido del Gobierno, la baja estima que tienen de todos los ministros menos de la vicepresidenta, y el repetido suspenso de popularidad al Presidente de ese Gobierno, responde sin duda, y por encima de todo, a la confusión generalizada y a la turbación creciente que cada día se manifiestan con mayor claridad en torno al proceso de autodeterminación, que ZP sigue llamando, para mayor inri, proceso de paz. La confusión dura ya demasiado tiempo. El secretismo oficial es una constante. Pero a la vez ETA y los suyos no paran de hablar y de decir sus intenciones y propósitos, que siguen siendo los mismos de siempre. Zapatero, por su parte, nunca habla ni con claridad ni con firmeza y sólo repite cantinelas y latiguillos. Y, a pesar de la evidente autoría de ETA en el robo de armas en Francia, de la crecida del terrroismo callejero, cada día más insolente, y de las extorsiones a empresarios, que cada semana se hacen más patentes, parece como si el Gobierno hiciera inútiles malabarismos por no dar su brazo a torcer, sin querer reconocer el fracaso de su empeño y el envalentonamiento aparotoso de la banda terrorista, intentando a la vez salir por la tangente y descargar su malestar y su ira sobre algunos jueces y sobre el partido popular. Así no se puede seguir mucho tiempo más. O las elecciones generales se harán imprescindibles.