(Un malelentendido del amigo al que encargué colgar ayer mi comentario, al estar yo en Madrid presentando el libro Vida y asesinato de Tomás Caballero, me obliga a retrasarlo hasta hoy). Veo que hasta grandes personajes contemporáneos confunden la religión cristiana, mejor, la fe cristiana con la magia o algo parecido. En una larga entrevista que acabo de leer, el famoso pintor alemán Anselm Kiefer -que expone estos días en el Gugenheim, de Bilbao- parece explicar y aun justificar la renuncia a su confesión católica con sinrazones como ésta: “Pocas personas han sido educadas con más ardor católico que yo. Recuerdo mi primera comunión; esperaba ser iluminado, y no sucedió nada. El desencanto fue total”. Naturalmente. Y sigue diciendo el artista: “Mi religión va más allá: a donde la espiritualidad, la psicología y la historia se unen sin resolución. En cualquier caso jamás digo “creo en”, porque todas las religiones tienen la misma base: la búsqueda del ser supremo. Lo que me interesa de la mística es que rompió las barreras de lo ortodoxo en religión”. Bueno, sin meternos ahora en honduras místicas, mejor así que esperar, mágicamente, no sé qué iluminación.
Archivo por meses: marzo 2007
El lenguaje del mito
“In manus tuas, Domine…”
No a la guerra
“Pocas veces, o ninguna, conoció nuestro país consenso nacional tan unánime como el que juntó por aquellos meses a los españoles para abominar “ex toto corde” de cualquier intervención en la contienda armada. Las personas intelectualmente solventes, militasen o no en política, coincidieron todas, salvo levísimos matices, con el parecer expresado por Dato y Maura al comienzo de la conflagración (…). Los restantes compatriotas, sin distinción de sexo ni edad, agudizaron (no sin fundamento ahora) el pacifisimo a ultranza, que, desde 1909 (o, para ser más exactos, desde 1899) latía vivaz en sus cuerpos y quizá también en sus almas“. Que los españoles defendieran la neutralidad en la segunda guerra mundial, recién terminada nuestra guerra civil, parece obvio. Pero el pacifismo de nuestro pueblo, su horror a la guerra, venía de lejos, como nos dicen los historidadores Gabriel Maura y Melchor Fernández Almagro en su libro Por qué cayó Alfonso XIII, en el capítulo relativo a la primera guerra mundial. Las dos grandes guerras nos venían grandes y sobre todo lejanas. No tenían nada que ver con nuestra resistencia patriótica frente a los soldados revolucionarios franceses y napoleónicos. Las últimas derrotas coloniales en América y Oceanía, y la interminable y agotadora guerra de África nos dejaron sólo las ganas de pelearnos entre nosotros mismos. Y ahora, afortunadamente, ni eso. El anterior Gobierno español no estudió bien la historia política de nuestro último siglo. Hoy en España, como en otros muchos países, la única acción militar tolerable fuera de nuestras fronteras es la del servicio de la paz (mejor con mandato de la ONU), es decir, la guerra defensiva o la que parezca, inducidamente o no, como tal. Es el caso de Afganistán o antes de la ex Yugoslavia. Por lo demás, nuestro conocimiento de la política exterior es tan exiguo y nuestra presencia en el mundo contemporáneo ha sido tan tenue, que nuestra sensibilidad ante las muchas atrocidades y guerras que han ensangretado el mapamundi apenas si nos han conmovido, fuera de la guerra de Irak, y eso por motivos de política interna. Pero las terribles dictaduras sanguinarias de Sadam Hussein y de los ayatollahs de Irán, la espantosa y larga guerra entre Iran e Irak, las numerosas e implacables dictaduras africanas, asiáticas y hasta iberoamericanas -incluida la de Castro-, y las guerras ignoradas, crueles y continuas de Somalia, Liberia, Angola, Congo, Sudán, Guatemala, Nicaragua, Sri Lanka, Vietnam, Camboya, etc., etc., no han levantado casi nunca una protesta y menos una movilización. No a la guerra, pero según dónde, cuándo y cómo.
Construyendo Europa
Invitado, como ex parlamentario español en Estrasburgo y Bruselas, por la Oficina del Parlamento Europeo y por la Representación de la Comisión Europea en España, no asistí a la celebración “50 años construyendo Europa” en la plaza del Palacio de Oriente, de Madrid, el pasado viernes, 23 de marzo. Cuántas veces he leído, recitado, citado, comentado ese preámbulo al Tratado de la Comunidad Económica Europea, leído solemnemente anteayer, aprobado en Roma por los padres fundadores, aquel 25 de marzo de 1957: aquellos padres fundadores europeos, resueltos a consolidar (…) la defensa de la paz y de la libertad”… ¿Qué habrán dicho en esa celebración conmemorativa “las autoridades presentes” españolas, cuando los españoles llevamos mucho más de 500 años construyendo España? ¿Habrán cantado la paz y la libertad de las que todos estamos hablando estos últimos días?
“Críticas” y “boicot”
Ecce Homo
La condena del juez
“La absolución del culpable es la condena del juez“, escribió el poeta dramático romano Publius Syrus (85 a.C. – 43 p.C.), célebre por sus frases célebres. En algunos casos, y según ciertos sistemas judiciales en vigor, el culpable es el fiscal
La “notificatio” al P. Jon Sobrino
¿Derrocar el Estado?
Voy terminando el libro de Stanley G. Payne, El régimen de Franco:1936-1975, editado por Alianza en 1987. Con abundante acopio de fuentes españolas y extranjeras, el renombrado hispanista escribe en 682 páginas una sobria, equilibrada, y apasionante, por no ser apasionada, historia de la dictadura, tan de agradecer después de tanta hagiografía y de tantos panfletos como hemos tenido que aguantar. Al haber vivido buena parte de lo que aqui se narra, el interés es sumo y el resultado muy positivo, ya que sabíamos casi siempre muy mal lo que pasaba tan de cerca. Cierro esta última tarde mi lectura en el año 1974, el primer año de gobierno de Arias Navarro, lleno de conspiraciones políticas, de huelgas, de la Revolución Portuguesa. Anoto esta frase del historiador Carlos E. Rodríguez, autor de Continuidad y Cambio, aparecido un año más tarde: “Un Estado moderno no es derrocado nunca: él mismo se rinde“.