Archivo por meses: abril 2007

El auto de Garzón

La noticia nacional fue ayer, aparte el nacimiento feliz de la nueva infanta de España, el auto del juez Baltasar Gazón, en el que declara, a petición de parte, que ANV (Acción Nacionalista Vasca) “no es un instrumento deETA-Batasuna”, y que por tanto no puede suspenderla. Todo el auto, repetitivo y mal escrito, del juez de la Audiencia Nacional, es un intento de justificación de esa resolución, que considera varias veces “provisional”, fundada en falta de pruebas, pruebas que a la policía y guardia civil les resultó, como se reconoce, muy difícil aportar por falta de tiempo, etc. Frente a los que acusan al juez nada menos que de prevaricación y de otras lindezas, hay que decir que la decisión de Garzón -que se ha declarado imprudentemente una y otra vez partidario del “proceso de paz”- se enmarca en un proceso penal y lo que concluye es que ANV no forma parte del entramado delictivo de ETA y Batasuna. Lo que no quiere decir que no pueda ser ilegalizada según la ley de Partidos, máxime cuando una gran parte de las numerosas listas presentadas a las próximas elecciones -¡por un partido que no llega al centenar de miembros!- están contaminadas con militantes y ex candidatos de Batasuna. Porque a quien verdaderamente corresponde determinar la posible ilegalización del partido no es a un juez suelto de la Audiencia Nacional, por importante que sea, sino a la sala 61 del Tribunal Supremo, que ilegalizó a Batasuna. Pero requiere la instancia de la Abogacía o de la Fiscalía del Estado es decir, del Gobierno, que, por cierto, no está por la labor, como ya lo han insinuado y hasta declarado, también imprudentemente, varios de sus miembros. Aquí y no en otra parte está el quid de la cuestión. Podemos decir que Garzón, en su auto de agosto de 2002, sí incluía a ANV en el entramado político de la organización terrorista y afirmaba que ETA fijaba los objetivos para ser desarrollados por la Izquierda abertzale, mientras ahora ésta última aparece como una referencia puramente ideológica, que abarca un sin fin de entidades políticas, culturales, educativas, deportivas, y hasta eclesiales (como Eliza 2000 Eliza), no ilegalizadas, ¡entre las que está la histórica ANV! Pero ya conocemos las contradicciones del contradictorio y vanidoso juez estrella, que no nos lleva demasiado lejos. Mucho más grave es que tanto él como ciertos politicos y miembros del Gobierno nos vengan con la milonga de que ANV se separó de Batasuna en 2002, de la que había formado parte desde la fundación de ésta última en 1979, y que en sus estatutos de 1977, que transcribía los de 1930, repudiaba la violencia. No. ANV se separó hábilmente de Batasuna, cuando ésta estaba a punto de ser ilegalizada, y, en cuanto al repudio de la violencia, véase el art. 2 de sus estatutos, que sólo El País ha tenido la inteligencia de recuperar y desvelar, donde se fijan como objetivos “la consecución de la autonomía para el País Vasco y una decidida acción tendente a la consecución de una sociedad equilibrada, demócrata, lo más justa posible y que repudia la violencia”. Unos angelitos, como se ve, autonomistas, justos, democráticos y pacíficos.

Antropología de la Resurrección

Todo el tiempo pascual, la liturgia nos va trayendo textos evangélicos y apostólicos, que durante este último siglo y medio han sido objeto preferente de la teología y de la exégesis. Todavía no ha terminado el debate entre los más eminentes hermeneutas bíblicos y teólogos dogmáticos, sean católicos o protestantes, sobre las apariciones de Jesús resucitado, entendidas por unos, preferentemene al menos, como visiones de los discípulos y por otros como revelaciones de Dios a los mismos, con numerosas variantes complementarias. Grandes teólogos y filósofos contemporáneos han hecho también, en estas últimas décadas, aproximaciones antropológicas a la fe en la resurrección, partiendo de la libertad, del amor, de la esperanza y de la esperanza en la justicia, vivencias todas ellas radicales del hombre. Lo mismo la libertad que el amor, la esperanza o el deseo de justicia tienden a lo incondicional y definitivo, que sólo puede calmarse y colmarse en la eternidad. La vida eterna es la acción de Dios que consagra definitivamente la libertad, el amor (“más fuerte que la muerte”),la esperanza y el hambre de justicia del hombre. El destino infinito de éste es el contenido de la imagen y el símbolo de la resurrección de Jesús entre los muertos. En todas sus realizaciones fundamentales el ser humano se mueve por la cuestión sobre el sentido definitivo de su existencia, a la que no puede responder adecuadamene desde la historia, sino desde un punto de vista escatológico, desde el final de todo tiempo. Pero la historia, la única que tenemos, muestra signos – la pasión de Cristo y su muerte admirables, el sepulcro vacío, la vida y muerte martiriales de los que vieron al resucitado, el sorprendente nacimiento de la Iglesia…, y millones de hechos más, heroicos y casi sobrehumanos-, en los que se vislumbra ese final, o en los que se anticipa el triunfo de la libertad sobre cualquier sumisión, el amor sobre la destrucción y la nada, la esperanza sobre el sinsentido y la desesperación, la exigencia de la justicia sobre la victoria del asesino, del injusto y del soberbio. Sólo desde la lectura atenta de la historia y desde la anticipación creyente del fin de la misma podemos entender bien los testimonios de la Iglesia primitiva, los textos bellos y profundos que la liturgia nos trae estos días del tiempo pascual.

Dios y Esparta

Algunos ilustrados griegos del siglo V a. C., como Pericles, no es que fueran irreligiosos, ni siquiera escépticos ante los dioses que veneraban y a los que levantaban templos, como el Partenón, sino que estaban convencidos al mismo tiempo de que el hombre se construye su propia historia y de que la pretensión de actuar sobre los dioses va contra la verdadera religión, que deseaban más elevada y depurada que la primitiva de sus antepasados. En el diálogo, a la manera sofística, que compone Tucídides por única vez en su obra, entre los legados atenienses y los de la isla neutral de Melos, dominada por el poderío naval ateniense, tratan aquéllos de convencer a los melios de que su neutralidad sería vista como un signo de la debilidad de Atenas. Y les recomiendan no hacerse inadecuadamente los héroes. La ética caballeresca de otros tiempos ha perdido sus derechos ante la razón de la fuerza de una potencia moderna como Atenas, fundamentado este derecho del más fuerte en las leyes de la naturaleza. Los embajadores atenienses les aconsejan asimismo que no tengan una ciega confianza en Dios, pues Dios se encuentra siempre con la parte vencedora, como lo muestra de continuo la naturaleza. Ni en Dios ni en Esparta. Pues los espartanos, enemigos actuales de Atenas, sólo evitan lo que se llama deshonra cuando está de acuerdo con sus intereses. Muchos siglos después quienes pensaban, en este punto al menos, de manera similiar a los ilustrados atenienses, inventaron aquella letrilla pugnaz: “Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos. / Que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos.

“… y no viviremos en el temor”

Preparando una conferencia sobre Pericles, me sucede, como me ocurrió preparando el centenario de la muerte de Sócrates, -dos figuras paradigmáticas de la “edad de oro” ateniense-, que los numerosos libros que voy consultando o leyendo me traen mil reflexiones, sugerencias, advertencias, premoniciones y hasta ocurrencias sobre la historia posterior o la historia actual, que también es historia. Sobre todo cuando uno sostiene, como sostengo, que el pasado no pasa del todo, ni mucho menos, y que el futuro es más presente que eso que presente llamamos. Fiel a su lema inicial de “no ceder ante los peloponesios“, el estratego Pericles se opone firmemente a las exigencias sin contrapartida de los espartanos y sus aliados, sean cuales sean las sinrazones en las que se basan. “Sea el pretexto que fuere, ya se trate de de muchas o de pocas cosas -le hace decir su mejor historiador intérprete, Tucídides, en su primer gran discurso-, no cederemos y no viviremos en el temor por los bienes que poseemos. Pues cualquier reivindicación de derecho, desde la más pequeña a la más grande, implica la misma esclavitud cuando, sin juicio previo, los iguales presentan a su prójimo en forma de exigencia”.

Navarra de Ultrapuertos

Aunque los dos diarios navarros no dedicaron una línea al evento, cuando pasó la nevasca, con la que me encontré el día 20 de marzo, tuvo lugar, tres días más tarde, el encuentro entre las dos Navarras en el edificio Izendeguía de Roncesvalles, organizado por la Consejería de Cultura del Gobierno de Navarra. Fue el tercero y, con mucho, el mejor preparado, lo que no es moco de pavo. A pesar de la suspensión de la primera cita y de que el clima no se había convertido de repente en primaveral, nos reunimos casi un centenar de personas de “los dos lados de la muga”, navarros españoles y franceses: autoridades locales, profesores, estudiosos, amigos e interesados en la historia común y sobre todo en el presente y el futuro comunes, dentro de la Europa común. Excelente fue la disertación del historiador Alfredo Floristán Imízcoz sobre la historia de las dos Navarras tras la anexión de la española a la Corona de Castilla, y muy vivas y penetrantes las reflexionnes del catedrático de Pau, Pierre Bidart, a quien tanto he leido sobre la Navarra de Ultrapuertos, que, por cierto, nunca fue Sexta Merindad, como todavía neciamente se repite. Interesantes asimismo resultaron la mesa redonda, en la que hablamos de cosas muy cercanas y útiles -como la utilísima autovía de Pamplona a Orthez-, igual que las conversaciones durante las pausas y el almuerzo en La Sabina y en La Posada. Pero, por lo visto, no debieron de verlo así en la redacción y dirección de los dos diarios navarros, que pasaron olímpicamente del gozoso acontecimiento cívico y cultural que fue el encuentro. Y no debió de ser por la nieve.

Elecciones francesas

Una buena noticia, tal vez la mejor, ha sido la posibilidad de pasar al segundo turno de dos candidatos, patriotas franceses, demócratas y europeistas, aunque con diversas ideas (¿y proyectos?) sobre Europa, y el deterioro o desmedro de la extrema izquierda -casi hasta la consunción- y de la extrema derecha, que aún arrastra demasiados millones de votantes. Muy recconfortante me parece también la potenciación del centro, con el europeista Bayrou a la cabeza, fenómeno político no nuevo en la Europa democrática, incluida Gran Bretaña, pero nunca tan poderoso en Francia como esta vez, bien situado entre la mayoría gaullista y la oposición socialista, fuerzas muy gastadas, y algo más, tras muchos años de gobierno. Pero el centrismo francés es una fuerza demasiado gubernamental, y al mismo tiempo responsable, para considerarla exenta. Más decisiva me parece la disminución de las fuerzas llamadas de izquierda, que desde 1981 -año de la primera victoria de Mitterrand- hasta hoy han descendido de 47-50% al 37-39%. Sarkozy, con toda su incontenible fuerza original, no es, ciertamente, De Gaulle, pero tampoco Royal, con su espléndida figura al viento de la renovación, es aquel primer Tony Blair aparecido en el Reino Unido.

Leyendo El Quijote

He ido, como cada año, este 23 de abril, a leer El Quijote y a echar una mano a la organización del acto. Desde que hace nueve años comenzamos a organizarlo, el ejemplo ha ido extendiéndose por varios lugares de Navarra, el mismo día y con el mismo autor, u, otros días, con distintos autores. Aqui no lo hacemos como un acto más de propaganda político-cultural, con personajes de la vida pública, sino con todo aquél que quiera asistir y participar, con la sola mención de su nombre y apellido. Qué deleite escuchar a niños y mayores, a estudiantes navarros, de toda España y de muchas naciones del mundo, con su acento peculiar y su muy distinta interpretación, las bellísimas páginas de este libro singular, al que tantos hemos dedicado tantas horas. No es lo mismo leerlo en casa, para uno mismo, desde el punto de vista filológico, histórico o crítico-literario, y aun simplemente literario, que oirlo recitar, como a los viejos bardos los cantares de gesta o las canciones de amigo, que para eso se escribieron. Como en la venta escuchaban Don Quijote y los suyos de labios del cura las aventuras del hidalgo manchego. En un momento de vacío de lectores, me he puesto a leer algunos poemas del próloogo y el capítulo primero desde el comienzo, y lo he leído tal vez con mayor comprensión, voluntad y emoción que nunca. Y es que era la celebración no sólo del libro, de la lectura, de El Quijote y de Cervantes, sino de la lengua española, de nuestra historia nacional. También de la lengua humana, del hombre lenguado, del hombre inteligente y libre. Nada menos.

Elogio de un político

Dice el autor de la Constitución de los atenienses que, tras las reformas de Solón, muchos de los nobles se le habían vuelto hostiles por la reducción de las deudas, y que los dos bandos habían cambiado de opinión. Porque el pueblo pensaba y esperaba que el nuevo gobernante iba a repartir todas las tierras, mientras los nobles esperaban, por el contrario, que, siendo como era tan ilustre como ellos, haría volver todo a la posición anterior, o que, al menos, lo cambiaría poco. “Solón se opuso a unos y a otros, y pudiendo, con la ayuda de cualquiera de los dos dos bandos, proclamarse y constituirse como tirano, eligió hacerse odioso a ambos, salvando a la patria y legislando lo que fuera mejor“. Adecuando cabalmente aquella situación a esta de hoy, tan distinta, qué alto elogio para un político, capaz de jugarse el tipo por razones patriótico-morales. Con razón el autor de la Constitución, sigue diciéndonos, y lo confirman Heródoto y Plutarco, que Solón emprendió entonces un viaje a Egipto, “después de decir que no volvería hasta después de diez años; pues creía que no era justo que, por estar presente, interpretase las leyes, sino que cada uno cumpliese lo escrito”. ¡Oh tiempos, en los que no parecía necesario el Tribunal Constitucional!

Una vejez activa

Frente al poeta jónico Mimnermo, que se lamentaba de las calamidades de la vejez y deseaba morir a los sesenta años, replicaba Solón en sus versos: “Rehaz tu poema, jónico ruiseñor, y canta así: quiera la Moira de la muerte alcanzarme octogenario”. Para él no es la vejez una muerte gradual y penosa. El árbol perennemente verde de su vida gozosa y feliz echa todos los años nuevas flores. Sabe bien que ningún hombre es del todo dichoso, que todos están abrumados de fatigas, y que “el sentido de los dioses inmortales se halla oculto para los hombres”. Pero frente a todo esto está el júbilo de los dones de la existencia, el crecimiento de los niños, los vigorosos placeres del deporte, la equitación y la caza, las delicias del vino y del canto, la amistad con los hombres y la felicidad sensual del amor. Según el poema de los hebdómadas, conservado íntegro, que divide la vida humana en diez períodos de siete años, cada edad le da un lugar específico dentro del todo. No es posible cambiar un estadio por otro, ya que cada cual lleva implícito su propio sentido y se relaciona con el sentido de cada uno de los demás. La totalidad crece, culmina y decae de acuerdo con el movimiento general de la naturaleza.

¿Cuántos muertos en Iraq?

Fue acertada la pregunta que una ciudadana hizo al jefe de la Oposición, Mariano Rajoy: –¿Cuántos muertos ha habido en la guerra de Iraq? La verdad es que, tras la permanente carnicería, uno ya no sabe si quedan todavía más iraquíes a los que poder matar, como nos ocurría cuando la guerra del Vietnam. Nadie preveía que, tras la fácil victoria de norteamericanos y británicos, lo peor, con mucho, estaba por llegar. Nadie podía imaginarse que fuera tan poderosa, primero, la resistencia y, después, tan furibundo y eficaz el terrorismo sin más, sunnnita o chiíta, de Al-Quaeda o de quien sea. Allí ya no hay una guerra, sino una cadena terrorista de excidios de unos contra otros, de muchos contra muchos. Hay que confesar asimismo que la ignorancia y la imprevisión del ejército y de la administración de USA y de UK han sido en este caso, y como se dice ahora, de manual. Y, sin embargo, para hablar con plena justicia, faltaron ayer en el interrogatorio a Rajoy, y en este punto concreto, las preguntas que hubieran completado y justificado del todo la única que llegó a hacerse, y que el político gallego, en su respuesta benévola y benigna, brevemente incluyó: ¿Cuántos muertos, gaseados o no, hizo la terrible dictadura de Sadam Husein? ¿A cuántos kurdos eliminó? ¿A cuántos chiítas? ¿Cuántos miles de enemigos políticos “desaparecieron” y con ellos casi todos los que se interesaron por los “desaparecidos”? ¿Cuántos europeos, progresistas o no, salieron a la calle, incluso para acabar con la guerra de doce años declarada por Sadam contra Irán, en la que murió al menos un millón de personas? ¿Quién recuerda todo esto alguna vez, aunque sólo sea para aparentar un cierto equilibro humano y político? ¿Y de otras guerras nadie pregunta: Etiopía-Eritrea, Sri Lanka, Sudán, Somalia, Congo…? ¿Sólo interesan las guerras que sirvan para algún interés político local? ¿Qué clase de humanismo es ése? ¿Qué diablos de internacionalismo y qué demonios de progresismo es el nuestro?