Archivo por meses: septiembre 2007

José Luis Amadoz

El pasado día 25 moría en Pamplona José Luis Amadoz, psiquiatra y poeta, uno de los cofundadores de la revista de poesía Río Arga, el decano de todos nosotros.  En José Luis, con quien hemos pasado muchas horas de gozos y esperanzas, y alguna que otra tribulación, eran proverbiales su bondad, su generosidad, su simpatía, su honda religiosidad. Por desgracia, en los últimos tiempos apenas hemos sabido de nada de él, aislado como estaba por su enfermedad y su familia. Menos mal que su Obra Poética, editada por el Gobierno de Navarra hace un año, llegó a tiempo de que él la viera y en ella se encontrara resumido y potenciado. He aqui los últimos fragmentos de un poema suyo reciente, dentro de un libro titulado significativamente Callado retorno:

(…)
adiós al pasado
que con su tenaz mordedura
me agrieta
hoy que mi amor
se escapa por mis costuras
de adoración y deseo,

adiós al futuro
de mis sombras flageladas
por el orgullo de mi pensamiento
que desea adivinarlo todo,

adiós a todo,
a lo que tanta confusión
despeña mi vida,

adiós a la luz
de tanto antepasado
que fue mi faro,

viva una vez más
mi sombra marinera,
que como pájaro
se orienta en la obscuridad
asustada de sí misma
hasta que ALGUIEN
                      me encuentre.


 

Se les va de las manos

Como era de prever y de temer, se les va de las manos al presidente Rodríguez Zapatero y a los suyos la España plural que inventaron, fomentaron, reforzaron y utilizaron para cualquier cosa menos para los intereses generales de la Nación. Todo va llegando al colmo de la provocación, de la indignidad, del agravio, del desafío. A la ruina de la convivencia, del respeto y del sentido común. De aquellos polvos de la frivolidad, la ignorancia, el partidismo o la revancha, estos lodos del desconcierto general, de la falta de autoridad y de proyecto común, del cantonalismo, de la deshecha de la unidad constitucional. Ayer fue el desgraciado proceso de autodeterminación, con ETA como primer impulsor. Hoy es Ibarretxe, enloquecido en su irrealismo y su ensoñación independentistas, que se enfrenta a toda España anunciando dos referéndums inconstitucionales, con una desfachatez insólita. A la misma hora, es el Parlamento catalán, incapaz de condenar las ofensas al rey y a la unidad de la Nación tras la quema pública, repetida y retadora, de los retratos del Jefe del Estado, y capaz al mismo tiempo de pedir poder ejercer su propio derecho de autodeterminación. Hace días, son muchos ayuntamientos, incluso socialistas, que se niegan a colocar la bandera nacional en las casas consistoriales. Mañana veremos nuevos y tristes intentos en la misma dirección. El PNV y CIU, partidos gubernamentales en Euskadi y Cataluña y en el Gobierno de la Nación, hace tiempo que continúan la deriva soberanista, aun con ciertos desgarros interiores. Y el Gobierno de España, que escogió la política del falso diálogo, la falsa tolerancia, la falsa lenidad, la falsa reconciliación, sigue confiando, para gobernar, en los mismos partidos que agujerean cada día la nave del Estado de derecho: ERC, IU, CIU, PNV, BNG, PSC, CHA, EA… Todo lo nacionalmente más importante, que no quisiéramos tener que mencionar, está poniéndose gravemente en juego, y en juego peligroso: la Constitución, la Monarquía, los símbolos de la Nación, la convivencia, y nuestra misma vida, siempre a merced de ETA y de los muchos que la amparan o la temen. Se les va de las manos…

Dios Razón

Leo en el último libro, La fuerza de la razón, de Julián Marías, aquel intelectual español y católico de tomo y lomo, que tanta luz nos dio y tanto bien nos hizo: “La razón es divina, como nos recuerda Lope de Vega. Dios es Razón. Y la ha depositado en nosotros, aunque a veces se debilite debido a nuestra fragilidad. No perdamos la esperanza (…). Gracias a esa fuerza me encamino a Dios e imagino cerca, con ilusión, la vida perdurable”.

Los derechos de los pueblos indígenas

En el Parlamento Europeo trabajé bastante en favor de los pueblos indígenas, sobre todo del continente americano, con la información precisa y segura que me enviaban unos misioneros católicos residentes en Brasil, que sufrían la suerte de estos pobres pueblos, muchos de los cuales ya han desaparecido. Hoy leo la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, recién aprobada, tras dos décadas de negociaciones, en la Asamblea General de la ONU, con el apoyo 143 países, 11 abstenciones y 4 votos en contra. El texto busca la protección de más de 5.000 comunidades y de unos 370 millones de personas, muy repartidas en todo el mundo. Los 46 artículos del nuevo instrumento jurídico no vinculante establecen el respeto a la propiedad de la tierra de los indígenas, el acceso a los recursos naturales de sus terrritorios habitados, la preservación de sus tradiciones, el reconocimiento y la protección jurídica por parte de los Estados dentro de los que viven, o la prohibición del traslado de poblaciones sin el consentimiento de las comunidades afectadas. Un punto polémico es el derecho de autodeterminación de tales pueblos, que ahí se reconoce, lo que ha motivado buena parte de los votos negativos y de las abstenciones, sobre todo de cuatro grandes países, como Australia, Canadá, Estados Unidos de América y Nueva Zelanda. Según algunos de estos embajadores, tal pretendido derecho entra en concflicto con el marco constitucional de los países democráticos y se da de bruces con los textos fundamentales de la ONU, que sólo contemplan ese derecho en situaciones de descolonización. La verdad es que no puedo imaginarme, no sólo en esos países, sino en otros, como Brasil, Venezuela, Colombia, Bolivia, Suecia o Noruega, unos cuantos pueblos indígenas exigiendo la autodeterminación a los Gobiernos respectivos. Y menos aún a esos mismos gobiernos, tan distintos ideológicamente, aceptando beatamente tales exigencias. Los Estados Unidos de América, por ejemplo, son muy “generosos” a la hora  de admitir y hasta promover la autodeterminación de Eslovenia, Croacia y hasta Kosovo, una vez derrumbado -dirán ellos- el antiguo Estado yugoeslavo. Pero, dentro de la propia casa, quiá.

Muertos en misión de paz

Los dos nuevos soldados españoles muertos por los talibanes en acto de servicio al desgraciado país en el que viven, Afganistán, a España, su patria, y a la Humanidad entera merecen también que los espectadores de ese sangriento y espantoso conflicto tengamos al menos las ideas claras. Morir en una misión de paz no quiere decir que no haya una situación de guerra, una guerra continua y feroz de unas guerrillas de fanáticos en muchas partes del mundo contra lo que ellos llaman “el diablo de Occidente”. Que tomen parte, por muy moderada que sea, en una guerra defensiva no quiere decir tampoco que su misión no sea de paz. Una misión de paz no siempre es lo que entendemos como una misión humanitaria, propia de una ONG o de un grupo de expertos en el caso de una catástrofe. El derecho a la intervención armada por motivos humanitarios llevó a los soldados de algunos países, por mandato o con anuencia de la ONU, a liberar Kuwait de las tropas de Sadat Husein; a liberar a los kosovares de las tropas serbias; a separar y a proteger a los diversos contendientes en la ex Yugoeslavia, y ahora mismo a impedir el avance y la victoria de los talibanes en Afganistán. Por desgracia, eso no ocurrió, y debía haber ocurrido, al comenzar la guerra interminable entre Irán e Irak o los genocidios en Rwanda y Burundi, por poner sólo dos ejemplos cercanos y crueles como pocos. Los muertos en acto de servicio humano y humanizador en Afganistán o en otro país en condiciones similares y quienes siguen cumpliendo esas tareas son dignos de todos los honores, de todos los agradeccimientos, de todos los esfuerzos, y de las ayudas posibles a sus familiares por parte de la Nación. Dignos asimismo -estoy también seguro de ello- de la recompensa eterna de Dios.

La despedida del arzobispo

Notoria es ya la aversión mostrada al arzobispo Fernando Sebastián por el diario soberanista vasco de Pamplona, propiedad de los empresarios peneuvistas, Juan Celaya y Lorenzo Mendieta, propietarios a su vez de Multimedia del Norte, sociedad que controla otros tres diarios soberanistas vascos. El editorial de anteayer del periódico navarro es una paletada de cieno al arzobispo en la hora de su despedida. Con un lenguaje iracundo y ofensivo (“despotricó“, “arremetió“…), llegan a resumir así sus catorce años de episcopado: “Sebastián ha hecho de la cátedra religiosa un púlpito político partidista e interesado“. Y, como si no fuera bastante: “Se sumó a las tesis oficiales de la época aznarista intentando confundir vasquismo y nacionalismo democrático con ETA”. Nada más lejos. Sebastián, tras llegar a Pamplona en 1993, siguió la costumbre, comenzada en la Transición, de colaborar con los / con los “otros” “obispos vascos” en varios sectores de la pastoral; firmó cartas pastorales conjuntas, aceptando cierto lenguaje más propio del nacionalismo vasco; defendió denodadamente la creación de la nueva Provincia Eclesiástica de Pamplona (para los nacionalistas-independentistas vascos, la “diócesis vasca” y hasta “la iglesia vasca”), etc. Sólo un mejor conocimiento de la realidad, la reacción de muchos sacerdotes y seglares navarros y la campaña asesina de ETA junto con el comportamiento ambiguo cuando no proclive de cierto nacionalismo-independentismo vasco le abrieron los ojos y, a la altura de 1998 -suelo poner como hito la fecha del asesinato de Tomás Caballero (6.5.98)-, comenzó a actuar de modo distinto, sin dejar por eso parte de esa colaboración mencionada. Esa última acusación es, pues, una falsedad poco menos que calumniosa. Por otra parte muchos políticos y muchos periodistas críticos podían haber imitado a don Fernando Sebastián en el estudio. aprendizaje y uso  de la lengua vasca, raro ejemplo en las personas que llegan con un cargo público  a Navarra, en vez de perder y malgastar el tiempo en críticas tan falsas como injustas.

¿Qué diálogo?

Leyendo sobre esa III Asamblea Ecuménica Europea, de la que ayer hablaba, encuentro unas reflexiones de Benedicto XVI sobre el diálogo, no sé si enviadas o no a la misma Asamblea, que me parecen de extraordinaria finura intelectual. El diálogo: ese lema omnipresente, ese cúralotodo, esa llave que abre todos los enigmas, ese comodín con el que se justifica cualquier mentira, impostura o traición. “Un diálogo auténtico -dice el papa- nace sólo donde no hay únicamente palabra, sino tambien escucha, y a través de la escucha se realiza el encuentro, en el encuentro nace la relación y en la relación tiene lugar la comprensión, entendida como profundización y transformación de nuestro ser cristiano (…). Incluso hace que el mismo Señor hable en medio de nosotros”. Aun sin referencia alguna al ser cristiano, es una de las descripciones de diálogo más verdaderas y completas que conozco.

Europeos ecuménicos

Acaba de celebrarse en Sibiu (Rumanía), la III Asamblea Ecuménica Europea, después de la de Basilea (1989) y Graz (1997), de las que los medios informativos españoles, tan poco ecuménicos, no se han enterado. Y, sin embargo, han sido los primeros encuentros entre cristianos europeos -católicos, protestantes y ortodoxos- después de mil años. No se trata en ellos  de llegar a ningún acuerdo en cuestiones doctrinales que nos dividen, para lo que existen otros foros muy activos y con muy buenos resultados hasta hoy, sino en orar, reflexionar y proyectar juntos ante retos comunes: Iglesia, Europa, mundo. El excelente teólogo alemán Walter Kaspers, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los cristianos, y uno de los miembros  más renovadores y audaces de la Curia Romana, ha sido una de las voces más resonantes y eficaces de la asamblea con su intervención apasioanda y autocrítica: “No debemos tolerar las divisones existentes como si fueran lógicas (…); son una expresión de pecado que no nos deja cumplir nuestra misión (…). Somos corresponsables de la división de Europa, de la secularización, de las dudas frente a la Iglesia (…). No podemos estar contentos de nosotros mismos (…). No existe alternativa al ecumenismo (…). El problema de la unidad debe inquietarnos y arder dentro de nosotros”.

Los primeros pasos

Los primeros movimientos de la coalición progresista, que estuvo a punto de formar un gobierno en Navarra, este último verano, han sido toda una muestra de su progresismo. En el Parlamento ha llegado la novedad de manos del PSN-PSOE y en forma de proposición para hacer cumplir en Navarra la ley sobre despenalización del aborto en determiandos supuestos -en la práctica, el aborto libre-, cosa que no depende por cierto del gobierno de la Comunidad. Y en el Ayuntamiento de Pamplona, esta vez de la mano de los dos concejales de ANV(HB), apoyados por toda la coalición progresista, en forma de propuesta de homenaje a los fusilados en la guerra civil, en términos desaforados y hasta guerracivilistas. Todo ello, claro, sin condenar primero los mil fusilamientos y atropellos sin cuento de sus colegas etarras y tampoco los miles de fusilamientos llevados a cabo por el bando perdedor de la guerra en toda España y a muy pocos kilómetros de aqui. Era de temer y así ha sido. Estamos en los inicios, en esos cien días, y hasta en esos diez, en que se estrenan las mejores y mayores iniciativas de todas las mayorías. Nos quedan cuatro años, para que la mayoría parlamentaria y municipal, por mínima que sea -NaBai, PSN, IU, ANV- nos ofrezca espectáculos como éstos.

¿Qué se enseña y qué se aprende?

Si todos los que desde el laicismo -no desde la laicidad- o desde el integrismo -no desde la integridad-, por pocos que sean, andan en Navarra apasionándose ahora por la asignatura obligatoria Educación para la Ciudadanía, se hubieran, al menos, interesado desde hace 20 años por lo que estudiaban nuestros chicos y jóvenes, otro gallo nos cantara y cantaría. Aqui, ni el Gobierno de la Nación, ni el Gobierno de Navarra, ni Iglesia, ni padres, ni asociaciones, ni medios de comunicación, ni opinión pública han levantado siquiera la cuestión. Ni un solo debate, y menos una protesta, ante textos de geografía, de historia o de ciencias sociales, que eran y son verdaderas aberraciones. Pero aqui, como en otras muchas partes, parece que sólo apasiona la verdad electoral, la verdad partidista, o, en el mejor de los casos, la verdad ideologizada.