–Hace mucho frío
fuera de Belén.
-¿El frío de los impíos?
-Y el de los píos
también.
-Reforcemos los pañales
y vengan los animales
domésticos y leales:
el aliento de la mula
y el microclima del buey.
–Hace mucho frío
fuera de Belén.
–Hace mucho frío
fuera de Belén.
-¿El frío de los impíos?
-Y el de los píos
también.
-Reforcemos los pañales
y vengan los animales
domésticos y leales:
el aliento de la mula
y el microclima del buey.
–Hace mucho frío
fuera de Belén.
¿Dónde está, niño mío,
niño de perlas,
lo que dicen y cantan de ti
los poetas?
¿Los quesos y requesones,
los corderos, la manteca,
la leche, la miel, las tortas,
las mantas y las envueltas?
¿Dónde el rabel y el pandero,
y dónde las panderetas,
dónde el canto de los ángeles,
dónde la luz y la estrella?
¿Dónde el oro y los regalos
que los Magos te trajeran?
¿Dónde la gente devota
que a adorarte se viniera?
Yo no veo en el portal
más que una ruda pobreza.
Te veo pequeño y débil
sobre las pajas molestas.
Veo a José muy nervioso
y a tu madre muy inquieta.
¿Dónde está, niño mío,
niño de perlas,
lo que dicen y cantan de ti
los poetas?
(Luc 1, 16)
Si Jesús nació en abril,
en agosto o en septiembre,
no había hielo
ni nieve,
pero era el mismo
pesebre.
El mismo
que en diciembre.
El mismo niño indefenso,
recostado en el pesebre.
(Jn 1, 14; Luc 2, 8-20; Mt 2, 11)
Hombre de carne y hueso.
Dios hecho carne.
Nunca el hombre entendió
amor tan grande.
Cómo fue tal misterio
nadie lo sabe.
Ni pastores ni magos,
que llegaron de cerca y de lejos
para adorarle.
Su poder y su gloria
cantan los ángeles,
altas voces de Dios,
mas siempre en clave.
Ni siquiera María,
su joven madre,
que en su fiel corazón
guarda el mensaje,
tan humano y divino,
tan inefable,
bajado desde el cielo
por un arcángel.
Hombre de carne y hueso.
Dios hecho carne.
Nunca el hombre entendió
amor tan grande.
(Luc 1, 26-31)
No hubo familia alguna entre nosotros
sin Jesús,
sin María,
o sin José.
A veces sin dos de ellos,
y aun sin los tres.
Vinieron después
los nombres compuestos
de dos a la vez:
las María Jesús,
los José María,
los Jesús María,
las María José…
En estos últimos años,
por abuso o lasitud,
nadie se llama
Jesús,
y, no sé por qué manía,
ni María,
y, tampoco sé por qué,
ni José.
O por increencia,
o por progresía,
o por displicencia,
por ser la moda del día…
no sé:
ni Jesús,
ni María,
ni José.
( Luc 1, 42)
Bendita tú eres
entre las mujeres,
porque bendito es el fruto
de tu vientre.
(Luc 1, 14)
Gloria a Dios en el cielo,
a su excelsa majestad.
Y en el suelo
paz
a los hijos de su buena voluntad.
(Luc 1, 6; Gen 1, 14-19)
Llegado el tiempo del parto,
María dio a luz la Luz.
Y fue el nuevo día cuarto.
(Luc 1, 26-56; Jn 1, 14)
Virgen del Adviento
madre de la espera,
reina del otoño
y esperanza nuestra.
Judía piadosa,
joven parturienta,
llevas en tu vientre
todas las promesas
que heredó tu pueblo,
vieron los profetas,
cantó el rey David
y aguardó la tierra.
Dios, el poderoso,
miró tu pobreza
y su santo brazo
te llenó de fuerza.
El Hijo de Dios
pobló tu pureza
y en tu carne virgen
asentó su tienda.
Virgen del Adviento,
madre de la espera,
reina del otoño
y esperanza nuestra.