Archivo por meses: diciembre 2010

A las tres Gracias, de Rubens…

A las  tres Gracias, de Rubens, les sobran muchas grasas.


– ¡Yo soy así! Y como yo soy así, tú eres así, y él es así, el mundo es así. Una tautología autocomplaciente, que justifica de raíz todo statu quo particular y general.


– Dice el político catalanista Artur Mas que es austero, pero no monje franciscano. Eso es demasiado fácil: los franciscanos no son monjes.

El físico nuclear alemán Werner Heisemberg, premio Nobel de física, es el autor de la frase: El primer sorbo de la copa de la ciencia vuelve ateo, pero en el fondo de la copa está esperando Dios. De la embriaguez a la lucidez.

Dentro del llamado Estado de Bienestar hay muchas personas que viven aún en el estadio de malestar.

El pájaro de fuego

Acabo de escuchar en la 2 a la Orquesta de Radiotelevisión española la suite de Stravinsky, El pájaro de fuego, que el maestro escribió nueve años despuès del estreno del ballet del mismo nombre, por la compañía de Sergei Diaghilev, el 25 de junio de 1910 en París, hace ahora cien años. Los que escucharon aquella primera audición quedaron asombrados por las sonoridades de unas combinciones hasta aquel momento insospechadas, que luego se repetirían o aumentarían en obras como Petruchka o La consagración de la primavera, con gran escándalo de muchos. Hoy, ya muy acostumbrados a esta música y a otras más nuevas, las aventuras del príncipe Ivan Zarevich en el jardín del mago Katchei por catpurar  el maravilloso pájaro y liberar con su pluma a la princesa amada y a los guerreros petrificados por el ogro, hasta conseguir las manzanas de oro del jardín…, traducidas a la música abstracta del autor, sin  apenas emociones extamusicales, se nos hacen simplemente encantadoras. Sea en la finura de las  primeras intervenciones del arpa, el oboe, los violines y las flautas; en la melodía orientalizante del clarinete, la flauta, las trompas y el violín;  en el ímpetu del viento y el xilófono durante la danza del tercer movimiento; en la canción de cuna a cargo del fagot, o en el himno de la alegría o gran coral que acompaña al regocijo final de Iván y su amada, tras la muerte del mago. La  nueva música y la antigua literatura, cada una en su lugar, en el homenaje al autor de los ballets más célebres de la historia.

Tránsfugas

Resulta que en casi todos los partidos españoles tienen gobernando varios municipios alcaldes y concejales tránsfugas, a pesar de pactos, acuerdos y palabrería atosigante. Resulta que tienen éxito político escándalos como el de Bernidorn, Puerto de Santa María y unos cuantos más. Resulta que ni siquiera son capaces los partidos políticos españoles de impedir que sean confirmados como futuros candidatos a la alcaldía alcaldes oficialmente tránsfugas en la actualidad. ¡Como para que sean capaces de cambiar la injusta y perversa ley electoral! Lo que quiere decir, lisa y llanamente, que casi todos los partidos políticos españoles, y sobre todo los dos grandes partidos de gobierno, PSOE y PP son, con su secretario general y presidente en cabeza, tránsfugas de la decencia, del honor, de la ética, del patriotismo, del buen gobierno, y… hasta del sentido común.

Scrooge

Acaso Canción de Navidad, que vengo citando estos días, de Dickens, sea la obra que en la literatura occidental, y tras los villancicos de Lope de Vega,  haya  contribuido más a exaltar la celebración de la fiesta cristiana. La denominación de Patrañas, puesta continuamente en boca del viejo avaro para desprestigiar la Navidad, se parece mucho a ese lema irónico Feliz Falsedad del chiste gráfico que trae hoy un diario de Madrid. Lo que, en mi opinión, puede decirse plenamente, hoy como ayer, de cierta celebración precristiana y poscristiana, pero no cristiana de la Navidad. Lo cierto es que Scrooge, tras la aparición fantasmal de su amigo encadenado, tan avaro como él, Jacob Marley, y sobre todo tras los recorridos a que le llevan los Espíritus de la Navidad pasada, presente y futura, acaba entendiendo bien el espíritu de la fiesta genuina: Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré guardarla todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir.

Otra Navidad

Me envía un amigo, con humor, un resumen de cierta Navidad en forma de etiqueta comercial, con unos dibujos significantes: una copa, un pavo a punto de asar, un abeto, una bolita decorativa y un paquete de regalo.Y este texto, en inglés por supuesto: 100% Christmas.- Take it easy. Relax. Eat, drink and be merry. Do not diet. Smile (Cien por cien, tiempo de Navidad.- Descansa. Relájate. Come, bebe y está alegre. No estés a dieta. Sonríe). Como se ve, de Christ… no hay aqui demasiado. Nada nuevo. El autor del  grotesco navidal ha descrito bien el cien por cien de muchas navidades; celebración, como suelo decir una y otra vez, de la fiesta universal del solsticio, de la fiesta invernal, de fin de año. Más bien, una invitación al consumismo: la copa, el pavo, el no a la dieta, el regalo. Con el frío y la paga de fin de año se come y se bebe más, aun en tiempos de crisis. ¿Unas Saturnales romanas? Pero con moderación (take it easy y relax), la que recomendaba Polibio. No le hubiera molestado mucho al primer Scrooge.  Pero, al menos, es una invitación a la alegría (por estomacal que sea) y a la sonrisa. Sobre todo, al abrir los paquetes de regalos.

El cielo navideño

Guardo, más que un recuerdo, una vivencia intensa, jubilosa y sobre todo agradecida, de las cuatro Navidades que pasé en centros hospitalarios, cuando mi grave enfermedad o cuidando enfermos de mi familia. Aquella conciencia lúcida de la realidad del ser humano, de su grandeza y  su finitud congénita; aquella austeridad en todo; la exigencia de interioridad frente a cualquier frivolidad externa; la alegría pura de un pequeño servicio desinteresado; el calor de la amistad y el amor genuino de personas que no buscan nada distinto de eso; la presencia constante de Dios, como Padre y Amigo… era un cielo navideño.- La misa de doce del 25 de diciembre en la catedral de Pamplona, rodeada a veces de nieve, o barridas las calles por el cierzo frío de san Cristóbal. A veces el sol pintaba las multicolores vidrieras de la catedral gótica restaurada. El clamor del profeta, las reflexiones teológicas del apóstol y del evangelista; algunas homilías libres de lugares comunes, aunque yo recordaba con nostalgia aquellas exaltantes piezas oratorias del magistral don Fermín Izurdiaga; los bellos cantos litúrgicos y los villancicos históricos o populares cantados por de la Capilla de la Catedral, dirigida por el maestro Sagaseta… Otro cielo navideño.-  Y el recuerdo-nostalgia de todas las Navidades de mi vida, lejanas y cercanas, con personas queridas, en el clarooscuro de lo mejor y más bello junto al mal que no cesa, que nos rodea y nos ronda, en permanente oposición y desafío (como Dickens escribió mejor que nadie en su Canción de Navidad). Y los villancicos viejos y nuevos, que cantábamos mi madre y yo cuando pasábamos la Navidad en tierras del sur de España. Y los villancicos de todos los países que oigo ahora en la Red, que expresan como pueden, la ternura, la compasión, el amor cercano y puro, la presencia de la Belleza infinita y humanísima de Dios, el derroche de su alegría, esa música de las esferas de las que hablan los clásicos, que sólo en ciertos momentos de la vida podemos oír, ahora próxima en el canto sencillo y  jubiloso del pueblo creyente… Otro cielo (Dios, viva presencia de Dios) de la Navidad…

Villancico

       La Natividad,
  
  de Hans Memling
 (Brujas, 1470-1472)

Desnudo de ropa y cielo
está el niño de María.
Desnudo de ropa y cielo
.

Sobre el manto que su madre
ha extendido sobre el suelo,
el niño se estira todo,
tan formal como un muñeco.
Dos angelicos alados,
pelirrojos los cabellos,
vestidos de rosa y verde,
se le arroban genuflexos.

Desnudo de ropa y cielo

Arrodillada, María
-crenchas de maíz el pelo-
con sus manos separadas
parece medir el cuerpo.
Y al mismo tiempo le adora,
los ojos bajos y quedos,
mientras la luz le incandesce
su vestido marfileño.

Desnudo de ropa y cielo

Anda José trajinando,
manto y vestido bermejos,
y cubierta la cabeza
con gorro marrón de fieltro.
Lleva en sus manos un cirio,
que, aunque es ya día en el pueblo,
al resplandor celestial
quiere añadir luz y fuego.

Desnudo de ropa y cielo

Desde el pitón del establo,
en un devastado templo,
la mula y el buey asoman
sus asustados testeros.
Todo es luminoso y limpio.
Todo silencioso y quieto.
Hay en el aire un olor
a lavanda y a romero.

Desnudo de ropa y cielo
está el niño de María.
Desnudo de ropa y cielo
.

Una y otra vez

Vamos a esperar
con la misma fe
al niño humano y divino,
el más
esperado y decisivo
de la humanidad.

Una y otra vez,
una y otra vez
.

El que en otro tiempo vino
a la ciudad
de Belén,
o, según sabios más críticos,
al lugar
de Nazaret.

Una y otra vez.
Una y otra vez.

El mismo
que, sin cesar,
viene siempre de camino,
inmanente y trascendente como es.
El que vendrá,
al fenecer de los siglos.

Una y otra vez,
una y otra vez.

Este niño, ya nacido
tiempo atrás
de la carne
                y el Espíritu,
en humana desnudez,
es hoy el que va a tornar,
es hoy el que va a nacer.

El Dios vivo
que se acerca
             una y otra vez.

Una y otra vez,
una y otra vez
.

La alegría de la lotería

La letrilla de ayer habrá llevado quizás a alguien a pensar si no soy un rigorista moral, un tío que va de austero por la vida, un estoico retrasado o un moralista ceñudo. Espero que nada de eso. La letrilla es un juego irónico y no va mucho más allá. Bien es verdad que en mi casa de pobres nunca jugamos a la lotería, ni juego yo ahora, aunque acepto de vez en cuando algunas de esas participaciones mínimas que nos venden amigos o familiares  en favor de asociaciones benéficas o deportivas. Sé también, como todo el mundo, que una sociedad no puede depender del albur de las loterías y que toda adicción, también ésta, es peligrosa y puede acarrear, en casos  extremos, ciertas desgracias ciertas. Pero lo cierto es  también que esta tarde, viendo los telediarios consagrados casi por completo a las alegrías de los acertantes en los sorteos millonarios, lo he pasado muy bien, he gozado casi como uno de ellos, viendo lo guay que lo pasaban. Así de claro. Me contagia la alegría colectiva de la gente y hasta me emociona cuando veo contentas a tantas personas, sobre todo de condición trabajadora y sencilla, que no tienen  tal vez muchas ocasiones de tan natural felicidad. Otra cosa será qué hacen después con ese dinero, una cuestión ulterior. Viendo, pues, ese júbilo contagioso, explosivo unas veces y otras casi beatífico, pensaba esta noche si la lotería navideña -probablemente herencia, al menos próxima, de las Saturnales romanas-,  no será una compensación benévola del azar por tantas tropelías como comete a nuestra costa durante todo el año. ¿Un consuelo?

La lotería

Hace ya muchos años, dentro de una serie de letrillas, entre líricas y críticas, que escribí para Navidad, escribí ésta, que, al parecer, todavía tiene vigencia. Le cambio sólo una rima.

Le cayó la lotería.
Desde entonces se volvió
una persona muy pía.
Cree que Dios se encarnó
ese día.