Archivo por meses: diciembre 2011
El cardenal Tarancón en TV1
La miniserie televisiva Tarancón: el quinto mandamiento, de Antonio Hernández, que pudimos ver ayer en la TV1, fue un exitazo de audiencia. Los 100 actores y 1.000 figurantes, entre los que destacan José Sancho y Roger Coma, que encarnan con maestría al arzobispo y cardenal maduro, y al sacerdote y obispo joven, respectivamente, dan vida a casi tres horas de representación histórica, acertada en su mayor parte: desde la huída, en 1936, del joven sacerdote valenciano de la casa del Consiliario en Madrid ante la feroz persecución que les venía encima, hasta la coronación de Juan Carlos I como rey de España, en 1975, pasando por sus etapas de misión apostólica en Galicia, Valencia, Solsona, Asturias y Madrid. El guión recoge brevemente muchos de los rasgos positivos, populares, audaces, evangélicos del prelado nacido en Burriana, desde su exilio provisional en un pueblecito de Galicia hasta la presidencia de la Conferencia Episcopal en los momentos dramáticos del postConcilio Vaticano II, del asesinato de Carrero Blanco, muerte de Franco y proclamación del rey. Tal vez aparece demasiado fugaz y pálida la persecución religiosa en julio de 1936 y anterior a esa fecha, en contraste con las atroces escenas posteriores de la represión franquista. O se presenta demasiado progresista, ya desde un comienzo, la figura del futuro cardenal, visto desde el actual progresismo dominante, sin que se vea la evolución equilibrada de un personaje tan rico como el suyo. Por otra parte, apenas se ve, salvo en sus primeros años de apostolado, la dimensión religiosa del prelado católico. Y es que la serie está no sólo limitada por el título, sino también por el propósito de presentar a don Vicente Enrique y Tarancón como un personaje eclesiástico-cívico, como el personaje decisivo de la Iglesia en la España, toda convertida en política, de la pre-Transición y de la Transición democrática. Objetivo logrado. Para todos, pero sobre todo para los que vivimos de cerca algunos de aquellos episodios, la velada fue emotiva e inolvidable. Una prueba de lo mucho y bueno que puede hacer una televisión pública frente al panoramda desolador de las televisiones privadas, verdadero muestrario, en general, de retrocreso civil, de involución cívica y degradación moral.
Fe, ciencia y humanismo
El colegio de Armenteros
Purificación y reforma interior
Europa está en mi sangre
Europa está en mi sangre. Italia
y Francia
en mis primeros apellidos. Pero no sólo Italia
y Francia: Europa toda, el brumoso norte y la tierra
eslava,
la vieja centroeuropa, Inglaterra, Escocia, Alemania
y el Mediterráneo
más recóndito y primero de Albania, donde las tres
culturas aún alientan,
y nuestra madre Grecia. Europa, Tierra,
pero también espíritu,
leyenda,, una comunidad natural de corazones
y respiros,
una fuerza, quiza un destino. Europa está en mi
sangre,
en mi sangre me llama, la puebla y la convoca,
en sus latidos, en su curso. De ella soy, a ella
siento
en esta Barcelona vieja que en Europa es modesta
pero en ella se ovilla y la atraviesa. Cataluña
también antigua y cierta, España valiente y triste,
como un fruto de sí misma desprendida
ydesparramada por el mundo. Europa. Tantas
historias, tanto arte, tiempo, belleza y palabras.
A Europa en cada golpe de la sangre siento.
Hacia ella voy, ella me llama. Es lo que soy,
lo que entiendo. Es exactamente
adonde pertenezco.
GRACIAS
GRACIAS POR HABER CREADO
ESTE MUNDO IN-DEFINIDO,
Y POR HABERTE ENCARNADO
DÁNDOLE PLENO SENTIDO.
GRACIAS POR HABER NACIDO.
Era Navidad
Nevaba casi siempre. O decían
los viejos labradores que podía nevar.
El día 23 cogíamos el musgo
de los pinos de Borda
para hacer el belén:
un poco de serrín y papel de plata
-los caminos y arroyos-,
un portal de corcho
y unas pocas figuras de barro,
ovejas y pastores mayormente.
Una estrella pintada de papel
apegada al portal
anunciaba la meta a los Magos,
todavía muy lejos.
Todo era claro y sencillo,
tan bello y convincente,
que era fácil creer
en aquel Dios nacido,
inane y pobre,
en cualquier lugar del mundo.
Las dos tiendas del pueblo
vendían esa tarde
todo lo poco que tenían.
A mi madre unos primos
le traían un cardo.
No faltaba en la cena el besugo,
o el congrio,
ni después la sopa cana
y un poco de turrón del duro:
el blando para el abuelo.
Tampoco el tamboril con las castañas
entre risas y bromas, y muchos villancicos.
Íbamos después a la misa de gallo.
La noche era distinta.
Parecía hechizada.
Había un aura de misterio en el aire,
en el viento, en la lluvia y en la nieve.
Los chicos no sabíamos bien qué era.
Era un alegría parecida a un regalo.
Como un hermoso cuento que fuera verdadero.
Quizás como el relato de la noche en Belén.
Era Navidad.