Archivo por meses: mayo 2012

El Espíritu y sus dones entre las mujeres

Cettina Militello es una de esas activas teólogas, repartidas por todo el mundo, que piensan, enseñan  y escriben una nueva teología o renovada, que tanto bien nos está haciendo en la comunidad cristiana universal. En uno de sus trabajos recientes,” El movimiento de Jesús y los carismas de las mujeres”, repasa, sugerente y creativa, la intervención del Espíritu en la historia, otorgando los dones carismáticos a la mujeres, a pesar de su marginación social y religiosa. En su exposición aparecen no sólo las matriarcas y heroínas de Israel -Eva, Sara, Ana, Rut, Noemí, Judit, Débora, Betsabé,  Jezabel, Atalía,  Yael, Ester, la Amada del Cantar…-, sino también las mujeres “sabias” (Abigail, la mujer de Tecos, Rispá, la juez Débora) o las profetisas como la mujer de Isaías, Miriam, Noadías, las profetisas anónimas de Ezequiel, o la deslumbrante Julda. En el Nuevo Testamento, Ana es llamada  profetisa con toda naturalidad. Y las mujeres que siguen con entusiasmo y con toda disponibilidad a Jesús de Nazaret ¿qué son? ¿Sólo criadas, mujeres del servicio, mu(chachas), empleadas de hogar? ¿No fueron las que le siguieron desde Galilea a Jerusalén, no le dejaron solo en su pasión, se acercaron lo más que pudieron a la cruz, estuvieron viendo dónde le enterraban y fueron las primeras testigas de la Resurrección?. ¿Y no tuvieron  función alguna en la Iglesia? ¿y tampoco la madre de Jesús? ¿Sólo María de Magdala puede llamarse a boca llena discípula o apostola apostolorum? En los Hechos de los Apostoles y en las cartas de Pablo vemos profetizar a las cuatro hijas de Felipe y a varias mujeres de Corinto. ¿Y no son evangelistas Priscila o Febe? ¿No son maestras (didaskalos) Lidia, Priscila, Loida y Eunice? No son pastores o pastoras, líderes o lideresas de la comunidad: Febe, María, Trifene, Trifosa, Pérside, Evodia y Síntique? La  ocultación del Espíritu en la historia de Occidente -tema candente hoy en nuestra teología-, el vacío en la misma de la dimensión femenina de Dios, que ha ocupado, bien o mal, la devoción a la Virgen María, ¿no ha llevado consigo, al menos, por no ir más lejos, la ocultación de los carismas de la mujer, dejadas sólo ver en algunas extraordinarias santas y fundadoras (casi siempre las dos realidades juntas)? ¿Nos las impulsó el Espíritu, y no se dejaron llevar, dóciles, por él hacia  otras funciones más activas y responsables en la vida de la Iglesia?

La kénosis del Espíritu

El inmenso teólogo suizo Hans Urs von Balthasar escribió en 1964 un célebre artículo Le Saint  Esprit, l´inconnu au delá du Verbe (El desconocido más allá del Verbo). El Espíritu aparece allí como el soplo unido del Padre y del Hijo, misterioso y personal. El Espíritu que introduce y conduce toda la verdad. Que no habla por su propia cuenta y dice todo lo que oye. A la kenosis(humillación, anulación) del Verbo, hecho semejante a nosotros hasta la muerte y muerte en cruz, se une la del Espíritu que, tras la Resurrección de Cristo crucificado, toma la Palabra y asume  todo papel central en la comunión divina con la humanidad, hablando no de Sí, sino del Padre y del Hijo. Al primero nos enseña a llamarle cariñosamente Abba, Padre!, y a llamar al segundo, además de  Hermano,  Señor. Él es quien congrega  a la comunidad dispersa y preside su historia. Quien ootorga las palabras y la fuerza a los mártires y a los santos. Quien, derramado sobre toda carne, construye la identidad de la Iglesia y edifica una fraternidad sin fronteras de ningún tipo…


El “inconsciente divino”

Leo un denso estudio del teólogo jesuita francés Bernard Sesboüé, a quien he leido mucho, sobre el Espíritu en la vida de Jesús, en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Apunta que en las cartas de san Pablo resulta a veces difícil saber si la palabra espíritu designa a la persona divina del Espíritu Santo o simplemente nuestro propio espíritu. Y añade que el Espíritu pertenece a nuestro “inconsciente divino”, a la región más honda de nuestra alma, la región misteriosa de nuestra trascendencia, donde se encuentra inscrito nuestro deseo de Dios y donde se juega el conjunto de nuestras relaciones con él. La misión del Espíritu es hacer habitar en nosootros al Padre y al Hijo. En un sentido, el Espíritu desempeña en nosotros el papel de meta-persona, de una persona que está debajo (yo diria, mejor, que dentro) de nuestra propia persona. Presene en la frontera fluctuante de nuestro inconsciente y de nuestro consciente, para darnos el don de Dios e invitarnos a responder a ese don lo mejor que podamos.- Sí, me parece no sólo sugerente, sino plenamente coherente con la teología de la creación y conservación de Dios. Si Dios es nuestro fundamento, lo sepamos o no, lo queramos o no, el Espiritu que es el Amor de Dios, el Amor entre el Padre y el Hijo derramado sobre el mundo, sobre cada uno de los hombres, ¿cómo no va a ser el inconsciente divino, la frontera fluctuante entre  lo consciente y lo inconsciente, sea cual sea nuestra respuesta?


Pentecostés

Llegó el Espíritu
y el antes
fue ya después.
Se hizo cara
el revés.
Porque el Espíritu
luz para el fuego
es.
Del uno y el dos,
el tres,
pero sin el dos y el uno,
no es.
Una conversión
exprés.
El Espíritu
de Pentecostés.

Una tradición religiosa

Habló el entonces presidente de la UGT y presidenrte de las Cortes Constituyentes, Julián Besteiro, en el teatro María Guerrero, de Madrid, el 20 de marzo de 1934, en el 50 aniversario de la muerte de Carlos Marx. Habló sobre el fundador del socialiskmo científico, sobre su socialismo, sobre su concepto de revolución y de dictadura del proletariado, con observaciones constantes sobre la política española, viendo venir, y oponiéndose firmemente a ello, la deriva de la mayor parte del partido hacia posiciones  antidemocráticas y bolchevistas. Pero antes, marxista ortodoxo como decía y quería ser, inetnta despejar las tentaciones de utopismo, de revisionismo y de reformismo, que muchos le atribuían a él, calificándole de representante máximo de la derecha del partido. Y en esa parte del discurso encontramos este parrafito: Queriendo la humanidad entenderse y no destrozarse, ha invocado una tradición religiosa, un sentimiento, una idea de justicia. Y el intento ha fracasado y ha acabado en guerras más crueles por ser guerras que tienen como fundamento no la disputa por un pedazo de pan, sino la pugna por la victoria de posiciones de verdad y de justicia absolutos, que han hecho creer a los fanáticos de cada credo que el adversario es un ser indigno que hay que aniquilar por completo para que queden triunfantes el bien y la verdad sobre la Tierra. Por el camino de las religiones no marcharemos de acuerdo ni llegaremos nunca a entendernos. Y el marxista democrático ortodoxo que es y quiere ser Besteiro propone otro camino posible de entendimiento, que es el de los intereses, no ocultándolos como cosa menguada y mezquina, es decir, el del bienestar para todos. Y concluye: La solución es cosa de buena voluntad, primero, pero, finalmente, de inteligencia, como decía Marx.– Hay aqui alguna confusión y alguna contradicción evidentes. Hay muchas tradiciones religiosas. Si esa tradición es una idea-sentimiento (también voluntad) de justicia, quiere decir que estamos ante una realidad buena, y algunas guerras se han llevado a cabo por razones de justicia. Si esa justicia se convierte en verdad y justicia absolutas, la realidad se distorsiona y ya no sabemos dónde estamos. Dificilmente se encontrará una guerra por una justicia absoluta, sino por justicias más o menos concretas, más o menos acertadas o desacertadas, pero sobre motivos particulares y no absolutos. Las más crueles guerras llamadas de religión estaban motivadas, al menos en buena parte, por justicias o injusticias no absolutas, movidas también, al menos a veces y en buena medida, , por intereses duros y puros, personales, económicos, políticos… Lo mismo podemos decir de los intereses: los hay mezquinos y menguados, y los hay altos y dignos: patrióticos, políticos, económicos, culturales. Si lo son así, algo tendrán que ver con la justicia y con la verdad. Y  tal vez andará por medio alguna tradición religiosa también, que puede ser, ¿por qué no? beneficiosa para el entendimiento. La tradiciión religiosa cristiana de las Bienaventuranzas y del Sermón del Monte en general, la del juicio final narrada por el evangelista Mateo, la de los dichos (logia) de la Quelle, la narración de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret… no creo que ayuden, de por sí, a destrozarse la humanidad y no a entenderse mejor; tampoco creo que dificulten esa buena voluntad kantiana, y krausiana más tarde, ni la inteligencia que atribuye primordialmente a Marx. Me parece, en fin,  muy estrecha esta reflexión  del socialista español más culto y fino que habitaba en esas fechas  una España trágica,  y bastante dogmática dentro de ese reducido círculo entre marxista y krausista en que se mueve el político socialista madrileño, que  compartían algunos marxistas españoles de su tiempo, pero no  todos, ni mucho menos, los krausistas-institucionistas como él.


La mejor noticia del mundo

La mortalidad infantil en 16 de los 20 países del África negra se ha reducido a una velocidad inusitada, gracias a la suma de crecimiento económico, políticas especificas de salud pública y la difusión de insecticidas que han reducido la enfermedad de la malaria. Desde 2005, en 12 de esos países investigados se han experimentado reducciones anuales del 4´4 por ciento de mortalidad infantil, y en tres de ellos – Senegal, Ruanda y Kenia-, caídas del 8 por ciento. Al nivel de la mortalidad infantil de la India, ejemplo del mayor éxito en la campaña contra esa mortalidad en las últimas décadas. Anque casi nadie lo haya publicado como tal, se trata de la mejor noticia del mundo.

Vacíos en la historia de 1512

En los nuevos libros, en los comentarios de los antiguos, en los artículos, conferencias, declaraciones.., aun de los mejores y más equilbrados historiadores, que escriben y hablan de la conquista de Navarra en 1512, de los intentos de su reconquista, y, en general, de todo el período que abarca los años 1479-1530, echo en falta una mayor ponderación de cuatro hechos significativos: 1) la innegable tradición hispánica de la historia de Navarra ya desde el siglo IX, con todas las intermitencias que se quiera, que tiene su máxima expresión escrita en los Códices de Albelda, Nájera y Roda, y que no admite parangón con la tradición o influencia francesa, a pesar de la lista de reyes de Francia-Navarra, tan lejanos, tan extranjeros, tan extra-vagantes para la mayoría de los navarros; 2) Los intentos por parte de los Reyes Católicos de ganarse a los reyes navarros, y con ellos el reino, por medio de los numerosos tratados, así llamados,  es decir, acuerdos o pactos, con nombres de diversas ciudades españolas, en los que los monarcas de Castilla-Aragón y de España no sólo repiten, casi como estribillos, las fórmulas de defensa mutua, mirando siempre  de reojo al rey de Francia, sino que intentan asegurarse el futuro por medio de posibles matrimonios entre sus hijos, y luegos sus nietos, con las sucesores y sucesores de los Albret, proyectos que siempre fallan por  la  supremacía de del rey francés sobre sus vasallos los reyes navarros 3) la historia real del acoso e intentos de derribo del pequeño reino pirenaico por parte de los reyes de Francia, especialmente a partir del año 1507, que hizo peligrar gravemente, en los últimos años el mismo principado de Bearne, la joya de la corona de los Foix-Albret: la Navarra transpirenaica era no más que unos valles perdidos, casi inhabitados. Sólo la muerte en combate italiano del pretendiente al trono navarro,  en abril de 1512, reconocido como tal y mimado por la corona francesa, Gastón de Foix, hermano de Germana, liberó tal vez a los territorios vasalláticos de los Foix-Albret del asalto final; 4) la figura internacional de Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla. En la mente de los navarros de a pie apenas suena el rey Fernando como rey de Aragón, sino como rey de Castilla; apenas sabe nadie que fue hijo del rey de Navarra, Juan II, de quien heredó el trono aragonés; apenas si a nadie se le ocurre recordar que  fue hermano (hermanastro) de Carlos de Viana, de la pobre Blanca y de la cínica Leonor, y estuvo casasdo en segundas nupcias con Germana de Foix, hermana de Gastón. Desconoce no sólo sus tratos con los papas  de su tiempo o los tratados de paz con el rey de Francia, su mayor enemigo en el tablero europeo, sino sobre todo su parentesco cercanísimo con el emperador Maximiliano, su consuegro, o con el rey de Inglaterra, su yerno. ¿Quién daba más? ¿Quién era comparable con él? Lo que no le daba, cierto, título alguno para una conquista injusta, pero en el marco de una historia real, que Maquiavelo se encargaría pronto de revelar sin pudor, le hacía el vocado, el llamado para cualquier aventura.

Lo políticamente… cobarde

Uno esperaba que el presidente del Club de Fútbol Barcelona, Sandro Rosell, ya que quiso hablar del asunto del día, hablara sensatamente, como parece que puede exigírsele al presidente de un club que va jugar el partido final de la Copa del Rey. Por ejemplo, que esperaba que sus jugadores y aficionados se comportaran con dignidad y prudencia, con respeto y hasta con gratitud ante el Príncipe, que iba a presidir el acto y entregar la copa del Rey, su padre. También con respeto, al menos, ante el himno de la nación, que es la de todos, en cuyo ámbito se juega la competición de la Copa, y más en Madrid, capital del Reino… O cosas así. Pues no, ha dicho este señor miedoso, por no decir algo más severo, que espera que todos los barcelonists puedan expresar sus sentimientos, faltaría más. Hombre, sus sentimientos y… sus voliciones y sus convicciones. ¿O creerá este señor, como  tantos otros, que los sentimientos se originan y se manifiestan separados de las voliciones y las connvicciones? Sí, el señor Rosell ha dicho algo que es politicamente… cobarde. Lo políticamente correcto, prudente, sensato, honrado, humano es otra cosa.


El síndrome Divar

Síndrome: de sún (con) y  drómos (carrera):  conjunto de síntomas (coincidencias) característicos que concurren en una enfermedad. Síndrome Dívar: conjunto de coincidencias con otros muchos  políticos y hombres públicos, en general,  enfermos de la misma enfermedad, al parecer incurable, que, confundiendo lo público y lo privado, o sin confundirlos otras veces, gastan lo indecible en viajes, restaurantes, hoteles, locales de lujo, a ser posible circundados de dos, tres, cinco, siete escoltas, y luego todo les parece una miseria, algo propio del cargo, naturalmente sin voluntad de lucrarse (¿qué entenderán ciertos fiscales por lucro?), y que tenemos que aguantar todos los contribuyentes con resignación indignada o con resignada indignación.