Nada de fiesta pagana.
Es la fiesta más temprana
de la luz, y recreación
de la vida vegetal.
Y la más universal
de la humana
condición.
Archivo por meses: diciembre 2012
Cada vez menos cristianos en Tierra Santa
La mula y el buey
Dicen las malas lenguas
que el papa Benedicto
ha publicado un edicto
contra la mula y el buey.
Dicen. Lenguas más luengas
de Dios dijeron
y se confundieron
también.
Cuando calla la historia,
la tradición es ley.
Lo decía un villancico
de anteayer:
“La mula y el buey lo alientan
para que no tenga frío
y Jesús desde el pesebre
alienta el corazón mío”.
En la tierra de los ciegos intépretes
el enredador es rey.
Durante siglos y siglos
-Francisco de Asís testigo-,
junto al pesebre contiguo
hay una mula y un buey.
Haizea
Aire nuevo de vida,
viento de gozo y fuerza,
juguetillo reciente,
pequeña Haizea.
¿Donde vas tan temprana?
¿Dónde tan suelta?
¿A qué sueños te lanzas
¿Dónde nos llevas?
No sabes. No sabemos.
No hay cosa cierta.
Toda tu vida es hoy
pura sorpresa.
Toda tu vida es juego,
como tu lengua,
juego de mil enigmas,
de azar y herencias.
Como tu trabajuegos.
Como tu trabalenguas.
Luego pondrás tus artes,
breve princesa.
Qué fiesta acompañarte
en esta lenta
y a la par imparable
incandescencia,
que te enciende los fuegos
de las potencias
y te aboca a la luz
de la conciencia.
Qué feliz aventura.
Qué impar aapuesta.
Vamos a acompañarte
hasta que sepas
lo serio que es el juego
de tu existencia.
Cómo la vida es aire.
Cómo la vida es fuerza.
Como el viento de Dios
creó la Tierra.
Cómo un golpe de viento
se llama Haizea.
¿Sabes, tú, mi niño / amor…
¿Sabes, tú, mi niño,
amor,
que has cambiado para siempre
el nombre y rostro de Dios?
El Dios justo y justiciero,
severo, castigador,
es hoy misericordioso,
benigno, perdonador.
¿Sabés, tú, mi niño…
El Dios distante, lejano,
de infinita perfección,
se ha hecho nuestro paisano
y nuestro hermano mayor.
¿Sabes, tú, mi niño…
El Dios de cielos y tierra,
poderoso Creador,
es niño recién nacido
en un triste portalón.
¿Sabes, tú, mi niño,
amor,
que has cambiado para siempre
el nombre y rostro de Dios?
Niño de los recortes
Ya sé que no está bien
y que no es de buen porte.
Pero lo dicen todos,
y no por dar el corte:
que, este año de desgracias,
al Niño Jesús le llaman
el Niño de los recortes.
Por María y por José,
que no tienen más resortes.
Por los decretos
de la Corte
de Roma, siempre exhausta,
que ya ha perdido el norte.
Por los abusos
del tetrarca feroz
y su impía consorte.
Ya sé que no está bien
y que no es de buen porte.
Pero lo dicen todos,
y no por dar el corte:
que, este año de desgracias,
al Niño Jesús le llaman
el Niño de los recortes
Navidad
Se contraen los meses, las semanas y los días.
Se apresuran las nieblas, las lluvias y las nieves.
Pasan altas las grullas, uniformes, seguras.
Se rinden las cañas del maíz para el desmoche.
Caídas las hojas, las sernas reverdecen.
Los cardos rozagantes nos prometen su fiesta.
Las dulces madarinas nos saben a nostalgia.
Y los duros membrillos nos prestan su perfume.
El Adviento nos trajo los rigores de Juan,
preparando los rectos caminos del Señor,
y la firme esperanza de la Virgen María
de traernos el fresco rocío de la aurora.
El humilde belén nos decía lo esencial:
el niño de una madre aldeana y creyente
entre pobres pastores, a la luz de una estrella,
que propaga el mensaje por todas las naciones.
El humilde belén: evangelio en miniatura
de la vida de un niño que termina en la cruz.
Hubo un hijo de Dios en la Roma de los Césares,
del linaje divino de Venus y de Anquises,
y del piadoso Eneas, un héroe de Troya,
que cantaron los altos poetas del Imperio.
También Mateo y Lucas nos trazan la progenie
de Abrahán a David, y hasta el Cristo, el Ungido:
otro Hijo de Dios sobre todos los océanos,
sobre todos los tronos y reinos de la Tierra.
El Espíritu Santo protegió con su sombra
una virgen nazarena, entregada a las manos
de Yahvé, de gracia llena, obediente a su amor
hasta el desprendimiento y el total abandono.
La obra era de Dios. Sólo de Él la extraordinaria
proeza de nacer como hombre entre los hombres,
por encima de todos los dones del Olimpo,
por encima de todos los raros nacimientos
-que divinos llamaron augures y poetas-
de César Octaviano, Escipión o de Alejandro.
Es la alegre noticia, la mejor de los siglos.
Es la paz derramada por Dios a quien la busca.
Es también la señal del conflicto con un mundo,
que pone la esperanza al servicio del poder.
Con otro mundo sueña el Señor de las promesas,
sin Augustos ni Herodes, Tiberios o Pilatos.
Sueña el hombre asimismo con poder renacer
en ese nuevo mundo, la nueva Navidad.
La espera y la esperanza
Todo en el mundo estaba a la espera
de la esperanza.
Y la esperanza llegó puntual,
la noche santa.
IV Domingo de Adviento
Luc 1, 39-45
Bendita tú
entre todas las mujeres:
porque es bendito
el fruto de tu vientre:
porque
eres
la madre del Señor
de todos los seres.
Saltan de gozo los niños
en todos los senos fértiles.
Feliz la que en Dios creyó,
que cumple lo que promete.
Expectación del parto
¿Sabía
acaso
José?
¿Sabían
los parientes
de Nazaret
si el parto iba
a ser
de niño
o niña?
¿Sabía
acaso
María?
¿Lo
sabía?
¿Lo
decía?