Archivo por meses: noviembre 2013

Matriotismo y Fratriotismo

Estoy escribiendo el artículo, más o menos quincenal, para DN. Esta vez lo titulo Patriotas, elogiando el patriotismo como virtud cívica fundamental, que incluye otras muchas, ahora que estamos en este archipiélago de fiestas religioso-patrióticas en Navarra: el patrono de Pamplona, el de Navarra, la patrona de España (Inmaculada Concepción de María) y, como se decía en los años ochenta, la Inmaculada Constitución Española de 1978. Al citar las palabras Matria y Fratria, que tanto le gustaban a don Miguel de Unamuno, me pregunto por qué no vamos a decir Matriotismo y Fratriotismo. Llego a pensar que sin esos dos modos de Patriotismo (que añade explícitamente la madre y los hermanos) no existe un verdadero Patriotismo, que es el de la familia completa grande de cuaquier ciudadano que se precie: la Comunidad entera, parte de esa Comunidad mundial, a la que yo – que defiendo al hombre de muchas patrias-, en primer lugar, llamo Patria.

Patrono de Pamplona

Según la llamada Passio Saturnini (Pasión de Saturnino) -diminutivo de Saturno, padre de Júpiter, en griego, Cronos (Tiempo)-, se dirigió Saturnino a Toulouse (Tolosa de las Galias), bajo los  cónsules Decio y Grato, en el año 250 de nuestra Era. Fue martirizado en el curso de una revuelta popular durante la persecución de Decio.  Así de escueta y realista es la Passio. Las revanchas, los odios y las denuncias que llevaban a los cristianos al martirio solían darse en este tipo de conflictos o revueltas populares, por envidias, celos, miedos o intereses varios. Dos siglos después, cuando ya la memoria y el culto -la mejor prueba del martirio- de Saturnino estaban ya asentados en Tolosa, un clérigo de esa ciudad compuso un panegírico, a la manera de nuestro Prudencio, sólo que ahora en prosa, que es la única historia de su vida y que tiene todos los visos de autenticidad.. Allí aparece el santo como el primer obispo de Tolosa y sólo de Tolosa. Es el primer obispo galo mencionado en la documentación después del mártir Irineo, obispo de Lyon. En el siglo VI nació una leyenda disparatada, que une a Saturnino con Pamplona.- Lo más probable es que el culto de san Saturnino mártir nos llegara en el siglo V, por Tarragona y Zaragoza, o por los Pirineos, a través de mercaderes, soldados u otro tipo de viajantes. ¿Y qué más da que no estuviera nunca en Pamplona? Aqui, como en todas las diócesis cristianas, copiadas de las civiles romanas, hubo un primer obispo. No sabemos quién fue ni cómo se llamó. Ese es el Patrono que celebramos hoy. Pongamos que se llamó Saturnino.

Thanksgiving

De los Estados Unidos de América hemos heredado, en los últimos tiempos, miméticamente, la fiesta de Halloween, de 31 de octubreesa especie de carnaval de los muertos, pero no la de Thanksgiving (Acción de gracias), de 28 de noviembre. Esta fiesta se remonta al año 1621, cuando algunos de los primeros colonos ingleses, The Pilgrims (los Peregrinos), en la colonia de Plymouth, Massachusetts, agradecieron a Dios su primera cosecha en el Nuevo Mundo, celebración a la que asistieron los indios nativos, que en ese primer invierno enseñaron a los inmigrantes ingleses a cultivar el maíz. La celebración se extendió por todo el país en los decenios sucesivos. Fue el presidente Abraham Lincoln, el que, el año 1863, instituyó como dìa festivo el día de la Acción de gracias: misa o celebración en los templos cristianas, por la mañana,  y cena con pavo y verduras del otoño (patatas, batata, arándanos, maíz y calabaza), por la tarde.- Algo similar celebraban los romanos en los dias llamados Témporas (de tempora: tiempos) de acción de gracias y petición, que la Iglesia convirtió en tres días de oración, ayuno y abstinencia en las tres primera fechas de las cuatro estaciones, de donde seguramente lo tomaron los ingleses, una tierra muy en contacto con Roma desde comienzos del siglo VI. La palabreja pasó, y cómo, a nuestro vocabulario popular español. Hoy no queda sino  una oscura oración propia en la celebración litúrgica del primer día de las témporas.

Un concilio en lontananza

Aunque en lontananza, cada día lo veo más claro y neto. Toda la actuación hasta hoy del papa Francisco, y la recientísima Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium –acertado título- me llevan a esa conclusión, que es más que una conjetura o que una pre-monición. Todo lo que lleva entre manos el papa actual no puede llevarse a término más que por medio de un concilio. Hace él bien en mantener la doctrina actual y en respetarla, porque no tiene poder para otra cosa, y sobre todo poque no fuera ni justo ni saludable obrar de otra manera. Pero llevar a cabo ese nuevo papel de la mujer en la Iglesia; revisar la situación de los cientos de miles de divorciados; matizar el plan tamiento general del aborto, que no es ni de lejos justificarlo o convertirlo en derecho, como hacen tantos inhumanistas; afrontar con valentía la cuestión de la homosexualidad; actualizar todo el capítulo de la sexualidad humana…, aparte de estudiar la descentralización y la colegialidad de la Iglesia y otros capítulos afines, como el de la reforma de la Curia o la muy deseable supresión del colegio cardenalicio -un residuo principesco de los tiempos del papa-rey-… dan pie para pensar y desear un próximo concilio, sea con este papa, tal vez demasiado mayor -que, sin duda, se retirará a tiempo-, o con el próximo, pero a partir de las premisas y promesas del actual. Un concilio Vaticano III, o Jerusalén II.

La violencia donatista

En mis incursiones por la historia de la Iglesia católica, buscando los orígenes del antieclesialismo-anticlericalismo, siempre me interesó el problema de la violencia de la Iglesia africana, con san Agustín a la cabeza, contra los donatistas. La controversia venía de lejos, desde los tiempos de san Cipriano y su controversia con el papa Esteban sobre el rebautismo de los herejes. Añadamos el cisma del obispo Melecio de Lycópolis, enfrentado desde el año 306 al futuro mártir Pedro de Alejandría, entonces encarcelado, cuya actitud ante los lapsi (relapsos) consideraba demasiado benigna. Arrestado y deportado a las minas de Phaeno (Palestina), Melecio continuó alli su agitación, multiplicó las ordenaciones y organizó en Egipto una jerarquía cismática, la “Iglesia de los mártires” frente a la jerarquía católica en comunión con Roma.- El movimiento posterior, iniciado por Donato, obispo de Cartago (312-343), y continuado por sus sucesores Parmesiano y Primiano, se llamó también “Iglesia de los mártires” y sus activos miembros, “milites Christi” (soldados de Cristo). Sostenía que todos los culpables de traición (traditores), por haber entregado (tradere) los libros santos a los magistrados del perseguidor Diocleciano, que hacían los registros policíacos en los templos, eran indignos de impartir los sacramentos, que en sus manos eran inválidos, y no podíans ser admitidos en la Iglesia, si no volvían a rebautizarse y, si eran clérigos, reordenarse. Ya el concilio celebrado en Cirta (305) había mostrado una profunda diivisión entre los padres conciliares. La Iglesia romana defendió, una y otra vez,  la no necesidad de rebautismo a los venidos de la herejía, en caso de haber sido bautizados con la fórmula ortodoxa, lo que repetirá el primer concilio ecuménico de Nicea (325) y varios papas posteriores. El emperador Constantino hizo suya la doctrina católica y ordenó a los donatistas entregar sus templos a la Iglesia católica, condenando a los rebeldes al destierro, pero más tarde, por razons de conveniencia política, como harán a menudo sus sucesores, cambió de  táctica y permitió el regreso de los exiliiados. De origen mayoritariamente campesino, de lengua púnica o libia, poco romanizados, representaban, en buena parte, la animadversión de los bereberes al imperio romano, del que sufrían altos impuestos y el rudo trato servil a cuenta de los funcionarios imperiales. A partir del año 340 cobró importancia el movimiento de los “circumcelliones”, grupos de fanáticos y vagabundos, muchos de ellos colonos arruinados u obreros agrícolas sin trabajo, que asaltaban y secuestraban a ricos propietarios, romanos o indígenas, exigiendo la abolición de las deudas, y combatían ferozmente a los enemigos de su fe, fueran paganos o católicos. Provocaban con frecuencia el propio martirio, deseosos de participar de la suerte de las víctimas del odioso emperador Diocleciano y de recibir el culto entre los suyos. Llegaron hasta el suicidio personal o colectivo, precipitándose en barrancos o en la hogueras que ellos mismos prendían o haciéndose matar por viajeros armados, a quienes provocaban,  o detener por jueces a quienes molestaban para caer en manos de los sayones. La represión de  tales grupos por las tropas romanas, sobre todo cuando se añadía alguna rebelión local, como la del caudillo Firmo, el año 372, fue implacable. Los obispos de África, con el joven Aurelio, obispo de Cartago (391-430) y su amigo Agustín, obispo de Hipona (396-430) trabajaron unánimes por la recuperación y reconciliación de los donatistas o parmesianos, con numerosos concilios y sínodos, y frecuentes medios intelectuales: más de veinte tratados y numerosas cartas les dedicó san Agustín, y hasta un largo poema popular para ser aprendido y cantado por el pueblo. Si, en general, los obispos africanos, intentaron la vía pacífica de la persuasión y el diálogo y rechazaron la pena de muerte impuesta por el poder civil, hubo un momento en que, en el concilio de Cartago  (404), pidieron la intervención del emperador Honorio. Todo era en vano. Y no eran tiempos fáciles. El “bárbaro” Alarico estaba, el año 410, a las puertas de Roma.  Un año más tarde, los obispos católicos hicieron un último intento y pidieron al emperador la convocatoria de una conferencia de obispos católicos y donatistas en Cartago, a la que acudieron casi 600, poco más o menos, en la misma proporción. El delegado imperial, Flavio Marcelino, sentenció al final de la conferencia ia a favor de la unidad católica. El destierro y la deportación de obispos y clérigos donatistas rebeldes fue la medida que les impuso el Imperio. Aunque la mayoría volvió a la unidad católica por presión y por miedo, continuó la violencia y se encarnizó con algunos obispos católicos, a lo que la Iglesia y el Imperio respondieron con toda su fuerza.- Pronto los vándalos (429) y, no mucho más tarde, los seguidores de Mahoma iban a acabar con aquella gloriosa Iglesia católica africana, pero cada vez  más debil, dividida y desgarrada.

Un sistema tocado de muerte

Así describe Antonio Durán-Sindreu, presidente de la Asociación española de asesores fiscales, el sistema tributario español. El mismo que ayer, en el programa de Jordi Évole, nos habló de los paraísos fiscales, una de las mayores injusticias en el mundo, mantenida por banqueros, empresarios y políticos de toda especie. En un congreso celebrado en Pamplona, Durán-Sindreu reconoce que el sistema tributario español ha perdido toda la progresividad al soportarse en gran medida en las rentas del trabajo: las grandes empresas están pagando un tipo efectivo mucho menor que las pymes y el IVA está adquiriendo un papel preponderante que castiga a las rentas medias, mientras la fiscalidad del trabajo en España es la tercera de la OCDE. Reconoce asímismo que más que una cultura de fraude existe entre nosostros una cultura (incultura) de falta de ejemplo, sin cultura alguna de educación tributaria y sin pedagogía del gasto público. Y ahí seguimos, entre-tenidos con los ERE de Andalucía y las andanzas de Bárcenas…

Cuando tenga hambre…

Una persona amiga me entrega esta preciosa oración, que compartieron en una reciente reunión de Caritas parroquial:

Señor, cuando tenga hambre,                                                                                                              dame alguien que necesite comida.                                                                                                   Cuando tenga sed,                                                                                                                              dame alguien que necesite agua.                                                                                                        Cuando sienta frío,                                                                                                                               dame alguien que necesite calor.                                                                                                         Cuando sufra,                                                                                                                                      dame alguien que necesite consuelo.                                                                                                  Cuando mi cruz parezca pesada,                                                                                                        déjame compartir la cruz de otro.                                                                                                         Cuando me vea pobre,                                                                                                                         pon a mi lado algún necesitado.                                                                                                          Cuando no  tenga tiempo,                                                                                                                    dame alguien que precise mis minutos.                                                                                                Cuando sufra humillación,                                                                                                                    dame ocasión para elogiar a alguien.              

Cuando esté desanimado,                                                                                                                   dame alguien para darle nuevos ánimos.                                                                                           Cuando quiera que otros me comprendan,                                                                                          dame alguien que necesite mi comprensión.                                                                                         Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí,                                                                                   dame alguien a quien pueda atender.                                                                                                 Cuando piense en mí mismo,                                                                                                               vuelve mi atención hacia otra persona.

¡Retiren esas cuchillas, bárbaros!

 

¡Retiren esas cuchillas, bárbaros…! Aunque estén en otros sitios, como en las centrales nucleares o en algunos bancos. ¡Retírenlas, aunque se pusieran en tiempo de Rodríguez Zapatero, que también mandó retirarlas! ¡Aunque las hiciera retirar nada menos que Rubalcaba: no van ser menos que él! ¡Que no son lo mismo los cascos de botellas que ponen algunos dueños muy brutos en cercas y cercados para que no les roben las peras o los melones de la huerta o no les entren a robar en el chalé! ¡Que esto es un Estado de derecho, y un Estado de la Unión Europea, que parece no tener otra defensa, en la era tecnológica, que unas cuchillas de afeitar, que unas navajas cabriteras, que unass hoces de segar, como en las criminales reyertas de gentes del hampa o en los motines desesperados de la edad media! ¡Que sólo de pensar en la primera víctima se me pone la carne de gallina! ¡Que no, por ser negros y con hambre, se les puede herir como a las bestias, a las que no las herimos así! ¡Y, si no les parece eso tan mal, pongan unas cuantas cuchillas en las vallas y cercas interiores y exteriores de partidos, sindicatos y bancos, para que nadie pueda sacar la riqueza nacional, como tantas veces hasta ahora, para colocarla fuera de España, para llevarla a su casa, para repartirla entre amigos! ¡Retiren esas cuchillas, bárbaros¡

 

Últimos aforismos

-¿Por qué el summumm jus es summa injuria? Porque un máximo, rígido, incondicional derecho (aplicación implacable de la justicia) no corresponde plenamente a la condición del hombre punible, que no es ni máxima, ni rigida, ni incondicional.

– El castigo de los muy altos es que de los bajos no los conozca nadie.

– La esperanza y la desesperanza no pueden ser equiparadas como dos extremos de la misma pereza. La esperanza es una  máxima virtud (virtus: fuerza), es decir: inquieta, activa, generosa, incansable.

Ex presidentes y ex ministros

Con motivo de la presentación del libro de memorias del ex ministro Solbes en Madrid, escribe un periodista de lo que asistieron a ella: Lo de Solbes no es un perdón, ni siquiera una disculpa por lo mal que hizo las cosas un Gobierno del que formó parte activa, pero el reconocimiento del error ya es algo. No es fàcil encajar, menos aún para un parado, que alguien con la responsabilidad de Solbes le diga ahora que la situación actual sería muy distinta si aquel Gobierno hubiera tomado medidas antes. ¿Cuántos parados nos ha costado la impericia de Zapatero y sus gabinetes? Otro ex ministro de Economía, Carlos Solchaga, nos dice ahora que ZP no era un bambi, ni un ciervo, que era un Papa Noel que regalaba dinero, planes E, poder a los sindicatos, chequés bebés y hasta un  Estatuto a los catalanes. Pero ¿cómo fue que llegó a presidente semejante dechado de virtudes?-. Sí, pero, además,  hay que preguntarse no sólo cómo llegó -los adversarios de Bono en el PSOE y Pasqual Maragall sí lo saben-, sino cómo continuó haciendo todo eso que ahora le reprochan. (Y lo mismo podríamos decir de otras situaciones, de las que ahora vamos sabiendo por las Memorias de unos y otros). ¿Quién se atrevía a decírselo a los protagonistas? ¿Quién lo discutió en las Cortes? ¿Quién lo decía en los inútiles Comités federales o en las Juntas directivas, y hasta en el mismo Consejo de Ministros? ¿Quién lo criticaba seriamente en la prensa? ¿Quién se atrevió a comentarlo en una tertulia radiofónica o televisiva? ¿Quién dimitió, después de intentarlo por otros medios, y a una mala, como diputado o senador, como director general o como ministro? Así que…,¡si ahora hipocritas, antes cobardes!