Archivo por meses: julio 2014

Hasta septiembre

 

        Los Sanfermines. Las vacaciones… Todo eso que digo todos los años. No hay que repetirse. El cuaderno de bitácora pliega sus hojas hasta el sereno tiempo de los higos y de las uvas.

Dos minutos y medio

 

Dos minutos y medio
ha durado la invasión
por los toros de las calles de Pamplona.
Dos minutos y medio
la aparición deslumbrante de los mitos ancestrales.
Dos minuos y medio de terror,
de júbilo y de ritos iniciáticos.
Dos minutos y medio
para volver el hombre a sus orígenes,
y el dios natural del neolítico
a su trono de sangre, de sexo y prepotencia.
Dos minutos y medio
de trágica hermosura,
en esta magia de julio cereal,
rasgada por la espada de unos cuernos mortíferos.

Dos minutos y medio.

 

 

 

 

 

 

 

“… como también nosotros perdonamos…”

 

    Lo vi más claramente, más intensamente que nunca, hace unos días, en la recitación litúrgica de nuestra primera oración cristiana. La conjunción modal como, entendida al pie de la letra, no ha hecho más que confundirnos y desnaturalizar el sentido profundo de la petición del perdón. No. No pedimos que Dios nos perdone como nosotros perdonamos (hecho y forma) a los que nos ofenden. Sino que, si nosotrros somos capaces, al menos en los mejores momentos, de perdonarles, superando la ofensa mediante el perdón y no a través de la venganza, ¿cómo no nos va a perdonar a nosotros mismos Dios, ese Dios perfecto, al que nos invita Jesús de Nazaret a imitar y seguir?

Los Grecos del Bellas Artes

 

          Son menos (3) que aquéllos exhibidos en la anterior exposición (10), con motivo del anterior centenario -recordada ahora en un gran panel en blanco y negro-, en la que se contó con los cuadros del Greco en posesión de vaios bilbaínos afortunados. Pero de los tres actuales, dos son verdaderos tesoros: San Francisco en oración ante el Crucifijo (c. 1585) y La Anunciación (c. 1596-1600).  La reflectografía infrarroja de los dos óleos sobre lienzo hace resaltar la luz intensa de la Virgen María -vestida de rojo y azul-, la del arcángel Gabriel sobre una leve nube -todo vestido de verde-, luminosos los dos como la paloma simbólica del Espíritu Santo,  igual que en la otra obra hace restallar el resplandor del rostro y de las manos juntas sobre el pecho del santo, tocados como si reflejasen el resplandor del pequeñó crucifijo encima de una calavera, sobre el oscuro fondo de la cueva. En los dos casos, el Espiritu y el Cristo crucificado lo iluminan todo. Es ante todo la presencia de Dios a través de algunos de sus habituales símbolos: el arcángel, el coro de ángeles, la zarza que arde, la cruz del Hijo, el trozo de cielo que asoma, el cordón franciscano de tres nudos… Dios lo llena todo, lo inunda todo. da sentido a todo. También a la pintura del Greco.

Cohete de San Fermín

 

Las doce del seis de julio.
Plaza del Ayuntamiento.

La mañana rojiblanca
se ha desabrochado el pecho.

Un toro barroco espera
que le suelten el resuello.

Banderas y recamados
emplazan la luz y el viento
y se despeña en el aire
un vendaval de pañuelos.

Hay un temblor en el alma
de espera, de gozo y miedo.

Llega el reloj, y la fiesta
se suelta por fin el pelo.

 

 

 

 

 

 

“¿ Qué más se nos da en lo uno que en lo otro?”

 

        … es cosa que importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo, está más alto en los ojos del Señor. No porque en esta casa haya costumbre y ejercicio de oración, es por fuerza que han de ser todas contemplativas. (…) Y, pues no es necesario para la salvación, ni nos lo pide Dios de premio, no piense se lo pedirá nadie ni que no por eso dejará de ser muy perfecta, si hace lo que aqui va escrito; antes por ventura, tendrá mucho más mérito, porque es a más travajo suyo y la lleva el Señor como a fuerte y la tiene guardado junto todo lo que aqui no goza. (…) Miren que la verdadera humildad, creo cierto, está mucho en estar muy prontos en contentarse con lo que el Señor quisiere hacer de ellos y siempre hallarse indignos de llamarse sus siervos. Pues, si contemplar y tener oración mental y vocal, y curar enfermos y servir en cosas de la casa, y travajar en desear sea en lo más bajo, todo es servivr al huésped que se viene con nosotras a estar y a comer y recrearse, ¿qué más se nos da en lo uno que en lo otro?

 (Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, 27, 2-5)