La “tiranía europea”

 

Vino ayer a Pamplona a presentar su última novela el buen escritor y “extravagante ciudadano” Juan Manuel de Prada. He ido alguna vez a escucharle, le leo con frecuencia, he elogiado su agudo sentido crítico y su valentía al tocar ciertos temas, y tengo que rechazar de plano afirmaciones como las publicadas en el DN de ayer, dentro de una entrevista, sobre Europa y España. El escritor, que se precia de haber dicho siempre que vivimos en una época repugnante,  dice que estamos cada vez más puteados y pisoteados por Europa. Porque Europa no ha tenido otro objetivo a lo largo de sus historia que machacar y destruir España y lo sigue logrando cada día. Y, como si no bastase: “Sí, históricamente, Europa es nuestro enemigo“. Parecen palabras pronunciadas por el mayor de los contrarreformistas españoles del siglo XVII. Otra cosa es que no podamos no seguirle cuando denuncia con razón la actitud y actuación de los gobernantes españoles  con los  países de la Hispanidad, que califica de nefastas; a los que sólo queremos para meter delegaciones de Repsol y de las grandes empresas. Pero no creo que sea cosa de oponer Hispanoamérica a Europa ni de pensar que sean incompatibles. Para quien esté convencido, como yo, de cómo España es radicalmente y desde siempre europea, y hasta de los beneficios que la Unión Europea ha aportado a España, lo dicho anteriormente es un grandísimo disparate, y más cuando, consecuente con ello, responde que lo mejor sería salir de la Unión Europea cuando se pueda, poco a poco. Añadir que Italia -país sometido como el nuestro a la tiranía europea– y los paìses del Sur, los católicos, son los países aplastados por Europa es ignorar que casi todos los padres fundadores de la Comunidad Europea fueron católicos confesos -uno de ellos, en proceso de beatificación-; que tal vez el mejor presidente de la Comisión de las últimas décadas fue el francés Jacques Delors, otro católico de pro; que los dos mayores responsables de la Unión actual lo son, lo mismo que los otros dos próximos presidentes, ya elegidos, del Consejo y de la Comisión… Claro que tales sinrazones pueden entenderse cuando al fin de la entrevista, el entrevistado responde a la pregunta ¿”Donde encuentra la esperanza”? con estas aladas palabas: En mi familia, en las personas a las que quiero. En las que me valoran como escritor, que me leen, que me compran los libros. ¡Ah!