Vivir el mundo de cada día

 

Si exceptuamos nuestra propia profesión u oficio, nuestro deber de cada día, no hay nada más justo, útil y gratificante que seguir el curso de nuestro mundo, de cada día también, comenzando  por nosotros mismos y acabando en todo lo que sucede lejos de nosotros, y aun en el universo, si llega el caso. Recabar a diario la mejor información contrastada posible; tener un tiempo para reflexionar sobre ella; distinguir lo importante de lo que no lo es; ocuparnos en ello y pre-ocuparnos por ello. Gozar y sufrir con todo ello… Es decir, vivir en comunión constante con nuestro mundo. Si es posible, y de la manera que cada uno sepa, mejorarlo.  No cansarnos nunca de hacerlo. Tener, entre nuestros obligados programas menores, este programa mayor. Sabiendo bien lo difici que es esta tarea, que es propiamente una misión humana y humanista, algo que concierne a todo ser humano cabal. Y conociendo nuestras posibilidades que suelen ser pocas. Pero cada uno, en su situación y en su condición siempre circunstanciada.- Fuera de la vida en el otro mundo, que nos promete nuestra fe o nuestra creencia ¿hay algo -ya lo he dicho- más gratificante?