Shato du-Sayfo: el año de la espada

 

         750.000 cristianos asirios murieron durante las matanzas y deportaciones del Año de la Espada (1915)  y posteriores, perpetradas por el Imperio Otomano. La iglesia caldea perdió a dos tercios de sus fieles. Al cumplirse un siglo de la barbarie, estos mártires han sido protagonistas, este último viernes de la Octava de Pascua, del Viernes de los mártires y confesores, celebrado por vez primera, por iniciativa del Sínodo caldeo. Su testimonio da fuerza a los cristianos que siguen, tanto en Siria como en Irak, bajo la espada del terrorismo yihadista. Era el 15 de julio de 1915. En Midyat (actual Turquía) cien cristianos fueron sacados de la ciudad, camino de la muerte. Iban cantando, con las cabezas bien altas. Esposas, familiares y amigos se juntaron en los tejados para verlos pasar. De repente, se oyó el kileli, una especie de alarido agudo que producen las mujeres asirias desde el fondo de la garganta de los siglos en tiempos de gran exultación. Celebraban que sus maridos iban a dar la vida por la fe. Fueron los genocidios asirio y griego hermanos pequeños del armenio, que este año también se conmemora. siempre en medio de la polémica, al negarse de nuevo Turquía a reconocer tales genocidios. Los cristianos de toda la zona fueron víctimas de una campaña general de los nacionalistas exacerbados turcos para limpiar Anatolia de su población no turca y no musulmana. Entre 1914 y 1925 murieron 750.000 asirios del sureste de la actual Turquía y del norte de Siria e Iraq: entre ellos, dos patriarcas, tres metropolitas y 13 obispos de varias iglesias; 21 diócesis dejaron de existir, y la Iglesia asiria del Oriente desapareció de Turquia. Los obispos ortodoxos han sido beatificados y los católicos están en proceso de serlo. Los gobernantes otomanos aprovecharon la Primera Guerra Mundial para desencadenar el Shato du-Sayfo, con el pretexto de que los cristianos colaboraban con Rusia. Los jóvenes y los adultos eran asesinados, mientras los ancianos, mujeres y niños eran deportados: obligados por el ejército y la policía a largos trayectos a pie, la mayoría moría por la dureza del viaje, o a manos de las milicias otomanas, y de los kurdos, cómplices entonces en el extermino de los cristianos por sus enemigos los turcos. Por la noche, los milicianos buscaban las mujeres más guapas; después de abusar de ellas, se las dejabam a los kurdos, que hacían lo mismo, y las mataban.- El islamismo yihadista del nuevo Califato está ahora mismo repitiendo aquella barbarie en Siria e Iraq.