Lo dice paladinamente Santiago Carrillo en una entrevista hecha ayer en EM, cuando le preguntan qué le resultaría más inquietante: que le adivinaran el futuro o el pasado: Mire usted, yo estoy mucho más preocupado por el futuro que por el pasado. Al pasado hay que hacerle añicos. Y esto lo dice un señor entusiasta con el proyecto de memoria histórica y que ha escrito tantas páginas para justificar su pasado bolchevique, la bolchevización de las Juventudes Socialistas en 1936 y todo lo que vino despues, siendo él uno de los responsables del orden público en Madrid. Y continúa: Yo no me arrepiento de nada, porque el arrepentimiento es una noción religiosa y yo soy ateo. La cosa no puede estar más clara. Los ateos no se arrepienten, según Carrillo. No dice si, en vez de eso, hacen autocrítica, examen de conciencia, análisis existencial o algo parecido. Todos hemos leído y oído sobre los innumerables juicios bolcheviques, donde los más altos cargos del Partido eran obligados a arrepentirse o a algo similar, aun antes de ser implacablamente fusilados. No quiero sacar algunas consecuencias de tan irresponsables palabras ni juzgar la moral civil por lo que dice Carrillo. Pero entenderemos así mejor por qué es inútil pedir a muchos marxistas-leninistas y afines que pidan perdón (¿otra noción religiosa?) y ni siquiera excusa por todos los disparates que han hecho, los mayores tal vez del siglo XX. Ellos no se arrepienten: son ateos.