Hombre perfecto, padeció la muerte.
Nadie pudo librarle de su suerte.
Siguió un hecho metahistórico y cierto:
Dios le levantó de entre los muertos.
Se cumplió el vaticinio de Joel
y la lúcida visión de Ezequiel.
El Padre al Hijo le exaltó a la gloria,
añadiéndole el peso de la historia.
Una historia tan seriamente humana,
que a Dios y al hombre para siempre hermana.
Demos cuerda de gozo al corazón,
porque ya es nuestra la resurrección.