Dios al teléfono

 

Citaba yo, el otro día, al dramaturgo rumano-francés, Eugène Ionesco. Dicen los que le visitaban en su casa de París, que su biblioteca parecía más la de un teólogo o un místico que la de un escritotr mundano. Cuando suena el teléfono -le confesó a un periodista que le preguntaba sobre su fe ortodoxa-, respondo con la esperanza de que sea Dios el que llama, o, al menos, uno de los ángeles de su secretaría. ¿Teología del absurdo, como su teatro, o fe pascual de quien espera el encuentro personal con el Resucitado?