Parábola de los dos hijos
(Mt. 21, 28-32)
La pequeña parábola,
situada en los últimos días del Maestro en Jerusalén,
es una muestra típica de la teología mateana:
la entrega total a Dios es cumplir su voluntad
y no solo confesarla con los labios.
Como el hijo aquel, que no quiso de momento ir a la viña,
como su padre le mandaba,
pero luego, arrepentido, se fue a trabajar en ella
mientras su hermano, que prometió al instante obedecerle,
no se movió después.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del padre?
Fue fácil esta vez la respuesta de los oyentes del Maestro,
los sumos sacerdotes y los ancianos,
que venían, furiosos, de interpelarle
por su actuación escandalosa dentro del Templo.
Mateo incluye tal vez en la parábola
uno de los dichos decisivos de Jesús:
–En verdad os digo
que las prostitutas y los recaudadores
llegan antes que vosotros al Reino de Dios.
Porque vino Juan a predicar
la palabra de Dios que hace justo al hombre,
y, mientras los recaudadores y prostitutas
se hacían bautizar por él,
vosotros,
ni siquiera viéndole, le creísteis.