Hay ocasiones, una operación, una crisis grave en el período posoperatorio…, en las que, si no nos encontramos cara a cara con la muerte, al menos nos vemos a nosotros mismos de cara a la muerte, que es un estadio anterior, sí, pero en el que la muerte aparece no como una posibilidad más o menos cercana, sino como un paso no lejano y más bien próximo. Y siendo las cosas así, nos hallamos en una especie de plenitud vital, de entera responsabilidad, la vida como encerrada y dispuesta en un cifra fácil y sencilla. Estadio de conciencia total, donde sólo lo decisivo cuenta, donde la persona, que es también individuo, solo e intransferible, se ve jugando su partida definitiva. Es la hora igualmente de vivir y examinar el concepto y la realidad del Dios, en quien se cree, a quien se ora, y a quien se espera. Aquella hora, de la que habla el evangelista Juan, en cuanto a nosotros toca, en la que toda nuestra vida, en prieta tensión espiritual, suena con tañido de alarma y a la vez de pura verdad.