Uno de los objetivos de los independentistas catalanes, desde hace años, es ganarse la voluntad de la opinión internacional, de los Gobiernos y de los medios de infomación. Los dos Gobiernos catalanes presididos por socialistas propiciaron ese empeño dejando las relaciones internacionales, incluidas las famosas «embajadas», en manos de los independentistas de ERC. Hasta ahora no han tenido muchas suerte con los Gobiernos, y menos en Europa. Mejor acogida hen encontrado en algunos medios influyentes, como el New York Times. Por eso es cada día mayor la exigencia, ya manifestada en algunos círculos políticos, de presionar a la Unión Europea para que declare de manera explícita cuál es su posición en el caso de los diversos intentos de independencia de regiones o comunidades, parte de los Estados miembros de la Unión, como Escocia y Cataluña. Sobre todo cuando hay otros partidos y movimientos en diferentes Estados miembros, propensos a seguir ese ejemplo. Es cierto que algunos responsables de la UE, como Barroso o Van Rompuy, han sido explícitos en algunas declaraciones, cuando se les ha preguntado por la relación de una hipotética Cataluña independiente con la Unión, pero sus declaraciones, remitiendose a los Tratados, ha sido siempre a título personal. A la hora de afrontar este tema en la reciente presentación de los seis candidatos a presidente de la Comisión Europea, las respuestas fueron muy distintas. No cabe duda de que una declaración oficial de la nueva Comisión o del Consejo, o de los dos a la vez, acabaría con la impostura de algunos dirigentes europeos de calificar como cuestión interna de cada Estado cualquier conato o proyecto de secesión, o toda una campaña orquestada por las autoridades regionales, como es el caso de Cataluña. Por eso, es una grave responsabilidad de la Unión el callar o mostrarse neutral en un situación como ésta, ya que, entre otras hipótesis todavía peores, la misma Uniónj Europea sería imposible si varias regiones, separadas de sus actuales Estados miembros, intentaran acceder, una tras otra, de una u otra forma, a la membrecía de la organización europea.