Hasta Ramiro Pinilla, el novelista de Getxo, autor de Verdes valles…, tan ateo él, tan satisfecho de sus herejíaa hasta el final de su vida, sentía la nostalgia de la resurrección; quería (hubiera querido) resucitar, aunque lo expresara con un hábil rodeo, indirectamente. En una sus últimas entrevistas concedida a una revista poco antes de su muerte, decía: Tengo salud y la mente bien. De hecho yo creo que estoy mejor mentalmente ahora que en mis veinte años. La muerte no me da miedo, la muerte sólo me da pena. Porque sé lo que no voy a encontrar en el otro lado: no habrá nada. Hay que vivir lo más posible, con salud.- «Que la tierra le sea leve», escriben sus amigos y admiradores, y yo me añadiría a ese coro. Pero ni siquiera eso se puede ya decir en el caso de la cremación.