Frente al imaginario Estado catalán integrable en la Federación de Repúblicaas Ibéricas, que proclamó el presidente Maciá la mañana del 14 de abril de l931, o integrante de la Federación Ibérica, en la proclama de la tarde del mismo día, y frente al imaginario Estado catalán dentro de la República Federal Española, que Companys se inventó el trágico 6 de octubre de 1934, la realidad -que duró de septiembre de 1932 hasta marzo de 1939, con el paréntesis de diciembre de 1934 a febrero de 1936- fue que Cataluña se constitutyó en Región Autónoma dentro de la República Integral Española por medio de un Estatuto de Autonomía votado por las Cortes Constituyentes en septiembre de 1932. Los socialistas y los republicanos de 1931, que se decían federales desde hacía muchos años, se olvidaron del federalismo y eligieron la vía lenta y segura de reconocer el derecho de todas las provincias que acordaran organizarse en región autónoma para formar «un núcleo político-administrativo dentro del Estado Español» y dieran pruebas de poderlo hacer con seriedad. Pero está claro que entre los residuos federales que venían arrastrándose del siglo XIX, que recogió, en su golpe retórico, el ex independentista Maciá, y la tentación golpista federalista del ex republicano radical Companys, retando locamente al Gobierno derechista de la República, la concepción de la Región Autónoma no era una posesión pacífica y segura. Siguió toda una guerra civil, un largo exilio, una larga Dictadura. Algo muy grave había sucedido. Algo no se había hecho bien por unos y por otros. Había que volver a empezar.