Las cartas que escribió el Maestro Francisco de Javier a su entrañable y venerado Ignacio de Loyola y a sus hermanos residentes en Europa, Roma y Goa son una de las obras religiosas más importantes de todos los tiempos, y la segunda, después de las cartas de san Pablo, en la historia de la evangelización del mundo. Hoy, día del Santo, escojo este breve apartado sobre China, ahora la primera potencia demográfica y económica de la Tierra, tomado de la última carta, escrita desde Cochín, el 29 de enero de 1552, por Francisco, recién llegado de Japón, a su Padre Ignacio, de quien se llama «Menor hijo y en destierro mayor». El 17 de abril partirá de Goa rumbo a China, pasando por Malaca, y en agosto llegará la isla china de Sancián, para esperar y esperar…, hasta llegar a morir cerca de la playa, mirando siempre hacia su sueño inmediato, y sin olvidar el sueño final:
La China es una tierra muy grandísima, pacífica, y gobernada con grandes leyes, hay un solo rey, y es en grande manera obedecido. Es riquísimo reino, y abundantísimo de todos los mantenimientos; no hay sino una pequeña travesía de China a Japón. Estos chinos son muy ingeniosos y dados a estudios, principalmente a las leyes humanas sobre la gobernación de la república; son muy deseosos de saber. Es gente blanca, sin barba, los ojos muy pequeños; es gente liberal, sobre todo muy pacífica; no hay guerra entre ellos. Si acá en la India no hubiere algunos impedimentos que me estorben la partida este año de 52, espero de ir a la China por el grande servicio de Dios nuestro que se puede seguir, así en la China como en Japón; porque sabiendo los japoneses que la ley de Dios reciben los chinos, han de perder más presto la fe que tienen a sus sectas. Grande esperanza tengo que así los chinos como los japoneses, por la Compañía del nombre de Jesús, han de salir de sus idolatrías y adorar a Dios y a Jesucristo Salvador de todas las gentes…