Cayetana Álvarez de Toledo y cinco de sus colegas del grupo Libres e iguales, entre ellos Vargas Llosa, nos han dado otra lección en su artículo colectivo La España constituida, publicado en EP, el pasado día 6, Día de la Constitución. Arremeten, con razón, contra los fautores del mito de la transición inacabable, de la España (permanentemente) constituyente, de la estructuralización de los problemas españoles y hasta del hombre providencial ibérico. Frente al afán adánico de gran parte de la política española, reafirman la legitimidad plena del gran pacto de la Constitución española de 1978, y, con la consabida ignorancia del sentido de la historia en lo que hace a los llamados derechos históricos, sostienen a la vez con todo realismo el carácter federalizante de nuestro Código político, máxima y genuina expresión de esa tercera vía ¡que todavía algunos andan buscando! La reforma de la Constitución -escriben- es un objetivo polìtico legítimo. Pero conviene meditar de qué se habla y en nombre de quién se habla. Y distinguien entre reformar y enmendar. Sabia distinción: la Constitución norteamericana, en doscientos años, ha sido enmendada tan sólo 27 veces y nunca reformada. Finalmente se enfrentan a los llamados federales, armados de sus blindajes, clara alusión a los socialistas y comunistas catalanes, que metieron al PSOE en el remolino federalista sin ton ni son: Blindar las reivindicaciones identitarias -uno de los mantras de Pedro Sánchez-, sean la lengua común, la educación o los símbolos nacionales compartidos, supone fragmentar el «demos» común en beneficio de los «etnos» excluyentes. Y proponer una reforma de la Constitución de estas características supone asumir la práctica desaparición del Estado de algunas regiones españolas. El resultado es conceder a los secesionistas buena parte de lo que piden, con la única contrapartida de que no se le llame independencia.- Pero, añado yo, para los eternos adolescentes políticos, que fungen permanentemente de progresistas, reformar la Constitución es la moda política progresista de hoy. Y mientras sea moda, no se la van a quitar de encima.