El champaña

 

          Un regalo navideño me pone en las manos la edición, cuidadísima por Paul Viejo, de los Cuentos completos (1885-1886), de Antón P. Chéjov. Entre los varios escritos en torno al Año Nuevo, me sorprende esta maldición  del  Champaña, que tal es el título, seguido del subtítulo: Ideas sugeridas por la resaca de Año Nuevo:

Desconfiad del champaña. Brilla como un diamante, posee la transparencia de un arroyo, es dulce como un néctar, se le tiene en más estima que al tabajo de un obrero, al cántico de un poeta o a la caricia de una doncella, pero… ¡apartaos de él! Es como una «cocotte» llamativa en la que la belleza alterna con la falsía y con la impudicia de Gomorra; es un ataúd dorado, lleno de huesos de muerto y de otras inmundicias. (…) También se le usa para brindar por el nuevo año, al que se vitorea, con la seguridad de que a los doce meses se le dará un pescozón y se le escupirá en la calva. Dicho de otro modo, allí donde hay alegría artificiosa, entusiasmo retribuido, adulación, charlatanería, hartazgo, parasitismo e inmundicia, encontraréis siempre el champaña. ¡Huíd de él!