La caída del Gobierno de Chequia por un voto de diferencia en el Parlamento de Praga, mientras ocupa la presidencia del Consejo Europeo no es sólo una bofetada a la Unión, sino un acto de irresponsabilidad provocadora de la oposición social-demócrata y comunista, de dos disidentes del partido mayoritario y de dos diputadas verdes disidentes, sea cual sea la razón de su voto, que en este caso es un tema interno de poco calado. Y no sólo porque la caída trastorna todo el entramado institucional europeo, ya de sí tan débil y, por lo que se ve, tan confiado en la capacidad de ciertos Estados recientes, sino porque las reyertas checas internas pueden influir en la ratificación del Tratado de Lisboa, pendiente aún de votación en el Senado checo, donde el partido mayoritario de Mirek Topolanek puede vengarse a la checa, tras ser humillado a la checa también. Ya la situación de Chekia en su relaciones con Rusia, la antigua ocupante, es harto delicada; las relaciones del presidente de la República, un euroescéptico militante, residente en el histórico castillo de Praga, con su antiguo compañero y presidente del Gobierno Topolanek muy tirantes, y el equilibro político de los partidos muy inestable. El lema de la Presidencia checa de la UE es Europa sin barreras, no Europa sin reglas. Pero, por lo visto, la vieja y odiosa regla y barrera a la vez del interés particular por encima del interés general se ha salido de nuevo con la suya en la patria de mi admirado Václav Havel.