La inmensa mayoría de los soviéticos de aquel tiempo querían vivir en paz, pero un puñado de fanáticos acabó con la vida de 50 millones de vidas humanas. Los alemanes de aquel tiempo también querían vivir en paz, pero un puñado de fanáticos llevaron a Alemania a la guerra y a cientos de millones de muertos. También la gran mayoría de japoneses quería vivir en paz, pero una minoría de fanáticos asesinó a 12 millones de chinos. Y los chinos ¿cómo no iban a querer vivir en paz? Pero un grupo selecto de fanáticos destruyó 70 millones de compatriotas. Rusos, alemanes, japoneses, chinos … Antes también, turcos, griegos y armenios, finlandeses. mexicanos, españoles… Y más tarde, millones y millones de iraníes, irakíes, camboyanos, laosianos, congoleños, afganos, somalíes, rwandeses, burundianos, surafricanos, judíos y palestinos, libaneses, sirios, serbios, croatas, argelinos, nigerianos, libios, egipcios, salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos, ucranianos… quisieron vivir en paz. Pero unos cuantos fanáticos en cada país, en todos los países, fueron, han sido, son todavía responsables de millones y millones de muertos, de heridos, de mutilados, de enfermos, de hambrientos, de refugiados, de vagabundos, de desesperados… Mientras las mayorías silenciosas callan, se acobardan, apenas resisten, sobreviven, se acomodan, se defienden o huyen como pueden, o acaban siendo cómplices. Y ahora mismo, los más fanáticos de todos mienten, engañan, se propagan, se ayudan, acechan, amenazan, queman, lapidan, decapitan, violan, ponen bombas, dominan e intentan dominar el país, los países aledaños, el continente, el mundo.