«Devuélveme el son del gozo y la alegría»

 

Devuélveme el son del gozo y la alegría.
Se alegren los huesos que Tú machacaste.
Aparta tu rostro de mis yerros
y borra todas mis culpas.

(Sal 51, 10-11; Sal 6, 3; Sal  35,10)

 

Lo mismo que de niño, tras reñirme mi madre
o  llevarme al cuarto oscuro, el máximo castigo,
le pedía perdón y me echaba en sus brazos,
necesito ahora tus brazos de acogida,
necesito tu tierna palabra sanadora,
necesito el gozo de tu gracia y tu consuelo.

¿Qué es el perdón sin la luz de la alegría?
¿Qué es el perdón  que nos deja tan tristes como antes?

Baldado y ya sin fuerzas por mis muchos pecados,
los huesos machacados por tu inmensa potencia,
¿a quién acudiré, si el Seol me amenaza,
si después de la muerte no tengo en quién fiar?

Si Tú apartaras la vista de mis yerros…
Si Tú también pudieras olvidarte,
como yo a veces lo intento y lo consigo,

de mi vida anterior, de mis días peores…