Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito.
Un corazón contrito y humillado
oh, Dios, no lo desprecias.
(Sal 51,19; 34, 19-24; Is 57, 15)
No te agradan a Ti los sacrificios
de animales salvajes o domésticos,
ni siquiera holocaustos
de becerros y toros.
Creador del mundo y de la vida,
¿qué se te da a Ti
la muerte violenta de pobres creaturas?
Prefieres el regalo
de un corazón contrito:
un corazón contrito y humillado
no lo desprecias.
Porque tan alto estás,
para acercarte siempre,
y eres tan santo para avivar
el ánimo de los postrados y abatidos.
¡Que mayor alegría que saber
que eres un Dios que anima
a todos los desanimados;
que salvas a los hundidos en su miseria;
que cuidas de nuestros huesos
y ni uno solo
se romperá por tu ira y tu cólera!