En la sesión de investidura del nuevo presidente del Gobierno Vasco quedó más claro que nunca el porqué del amargo y continuo reproche y de la descalificacion grosera de la Ley de Partidos: la presencia de los sucesores de Herri Batasuna, es decir, del brazo político de la banda terrorista ETA, hacía hasta ahora mayoritaria la posición soberanista/independentista de la cámara. Siempre lo habíamos visto algunos así, pero ahora se ha hecho ecandalosamente visible y audible, casi tangible. Es decir, una vez más el interés polìtico partidista está por encima de la moral universal, de la moral mínima que todos dicen profesar. Es cosa de ver y de lamentar que partidos que se dicen democráticos y hasta humanistas lamenten como plañideras la ausencia de una representación política y pública, institucional, de unos secuaces y amigos de una banda terrorista. Si los delincuentes y terroristas de toda laya no tienen derechos políticos ni representación política, según todos se ven obligados a sostener, ¿pueden tenerla quienes colaboran con ellos y obedecen sus consignas y sus mandatos?