Hace unas semanas, tres llamados intelectuales, uno navarro y otros dos no, miembros de un partido político, mantuvieron un coloqio público en Pamplona sobre la lengua de la ciudadanía (en este caso, el castellano) frente a otras lenguas (el euskara o vascuence en nuestro caso) locales y llamadas a desaparecer. En fechas recientes, ante el noble, hoy por hoy quimérico, empeño de la Sociedad Civil Catalana de proponer la oficialidad en toda España de las cuatro lenguas cooficiales españolas, se han levantado voces, especialmene en Cataluña, de otros racionalistas abstractos, abogando por por la obligación moral de los hombres de trabajar para que el número de lenguas disminuya y abstenerse de someter ninguna de ellas a carísimos tratamientos en la sala de reanimación artificial. Lo curioso es que quien ha salido luego a combatir esta última tesis polémica, y no desde las filas de algún nacionalismo periférico, se ha puesto a defender lo contrario bajo el título de Los sentimientos cuentan. He aquí uno de sus párrafos: Estemos en claro: la gente, no toda, pero sí la mayoría, alberga senimientos sobre las lenguas, principalmente, la materna. Nuestra época da a las lenguas una dimensión afectiva y también una carga política. No lo valoro, lo constato. De igual manera, los sentimientos de pertenencia tienen en las lenguas uno de sus pilares psicológicos. (…) Cuando un Estado habla al ciudadano en la lengua que cree suya, el vínculo se refuerza, porque, además de ser organizadores racionales, los Estados satisfacen necesidades de orden simbólico. Ceder en exclusiva al nacionalismo ese potencial para general afección es suicida para España… ¡Por lo visto, por lo leído, las lenguas, la pertenencia, las necesidades de orden simbólico (¿la amistad, el amor, la fe, el arte…?) son cosas del sentimiento, no de la razón, de la volunntad, es decir, de la inteligencia humana! Qué ignorancia de la antropología más elemental, qué olvido de la filosofía más clásica ¡Un poco más, y nos dicen que la lengua, la religión, la patria, la familia, los amigos… son puros sentimentalismos, que un Estado racionalizador tiene que tener en cuenta como ncesidades de orden simbólico!