Pobre papa Francisco. No le dejan en paz. A los continuos viajes, entrevistas, recepciones, audiencias de todo tipo, le audiovisualizan tambièn cada día la misa que celebra de par de mañana en la Casa Santa Marta, donde come y duerme. No tiene un minuto de reposo. Le oigo una de sus breves homilías. Habla de tres clases de cristianos que alejan a la gente que pide ayuda a Jesús, que necesita al Señor: los egoístas, los mundanos, los rigoristas. Entre ellos estamos, nos guste o no, la mayoría de nosotros. De los dos primeros, dice el papa, que son cristianos de nombre, de salón –di salotto-, con el interior mundano. De los terceros, que ahuyentan a la gente, porque echan sobre las espaldas de la misma demasiado peso, ese peso, añado yo, que no aguantan ni ellos mismos, como dice el Evangelio.- Una lección más del papa Francisco, una lección cotidiana, humilde, dicha a media voz, en la misa de la Casa Santa Marta, a la que acude siempre mucha gente. Una lección, ay, que nos duele porque es harto certera.