Indignado, hastiado por la indigna campaña antieuropea de los partidos españoles que no hablan más que de sí mismos y lo ensucian todo con sus cotidianaas miserias electorales, escribo un artículo para El Mundo, en el que hablo de la herencia múltiple de la nación europea, que nace del desmoramiento del Imperio romano, que le ha preparado en gran parte su cuna con la organización administrativa, con el latín y con el cristianismo ya exteniddo por todas partes. Memoria europea, herida por muchos odios, fracturas y guerras a lo largo de la historia y que ahora la Unión Europea está restañando, abriendo inmensas posiblidades de paz, unión, progreso, creatividad… a Oriente y Occidente, a todos los Estados y regiones, a las confesiones religiosas, a los movimientos ecologistas y a todo el mundo. Hasta el mismo Metternich, uno de los principales inspiradores de los tratados de la Santa Alianza postnapoleónica declaraba: Desde hace mucho tiempo, Europa es para mí una patria. Aquella patria, casa, sede común que, tres siglos antes, cantaba el sabio humanista, después papa, Aeneas Silvius Piccolomini.- Hoy los politicos españoles incluso en una capaña oficial europea, no parecen tener otra patria que su partido.