Ya el año 775, el sacerdote Cathwulf alaba a Carlos por haber sido escogido por Dios para ser elevado al rango de gloria del reino de Europa. Y, unos años más tarde, Angilbert, yerno del emperador y poeta de la corte, le llama tiara veneranda y honor de Europa. Y también, rex, pater Europae. Europa es el reino de Carlos (Regnum Caroli), según los Anales de Fulda, a fines del siglo IX. No es sólo una de las tres partes del mundo tradicional ( Europa, ÁFrica y Asia), sino una existencia autónoma y dotada de virtudes espirituales. Alcuino, maestro de escuela del palacio, educador y teólogo de la corte, la llama continente de la fe, más cercano del Oriente cristiano que del Occidente pagano. En Irlanda instituyen por ese tiempo la Fiesta de todos los santos de Europa. Pero poco después de Carlomagno, la imagen del reino europeo se esfuma y se comienza a hablar de los reinos de Europa (Europae regna). Si la Europa carolingia era un reino sacerdotal e imperial a la vez, ahora comienza a surgir la idea un imperio sobre las almas, una cristiandad papal, y a la vez una confederación de príncipes, emperadores de la nación germánica frente al polo espiritual del Papado. El recuerdo de Carlos permanecerá aún en algunos autores y se renovará la expresión de Populus Europae bajo el santo emperador Enrique II, en cuyo manto estaba bordada una inscripcioón que comenzaba: O decus Europae, Caesar Heinrice… (Oh, tú, honor de Europa, emperador Enrique…). A su muerte, un poeta renano cantará con lamentos de despedida: Ploret hunc Europa jam decapitata… (Que le llore la Europa decapitada…). Después, un gran silencio.