La exclusión social afecta especialmente a la infancia: la tasa en los menoress de 18 años (22,2%) es unos 5 puntos superior a la media de la población y casi el doble que la de las personas mayores de 65: una diferencia menor que la que se da para el conjunto de España, pero, aún así, muy considerable. Igualmente, la exclusión social en los hogares encabezados por una mujer (22%) tiene una incidencia 7 puntos superior a la encabezada por un varón. La desventaja comparativa de las mujeres en Navarra en el acceso al empleo de los varones es, de nuevo, la mayor de entre todas las regiones europeas con una renta equivalente a la nuestra: la tasa de empleo de los varones es 1,5 veces la de las mujeres, mientras en unas cuantas de esas regiones, como Escocia o el vecino Limosín, la situación es de práctica igualdad. La respuesta a todos estos desajustes e injusticias desde las políticas públicas es claramente insuficiente. Sabemos que entre nosotros el desarrollo de la renta mínima ha sido superior en relación al conjunto de España, pero eso no compensa la menor incidencia en Navarra de otras prestaciones sociales del Estado, de carácter no contributivo. Tampoco es cierto que se garantice la Renta de Inclusión Social en Navarra, de 551 euros, a toda la población: el 9,2% de los hogares tiene unos ingresos inferiores, bien porque no solicitan la prestación, bien porque están excluidos de la misma por diferentes motivos, vg., que la tengan agotada. Por otra parte, ante un problema estructural en un contexto socioeconómico mucho más complicado que en el pasado, no cabe ya una respuesta centrada exclusivamente en el plano individual. Es necesario planificar las Políticas Sociales a medio y largo plazo y construir una estrategia colectiva para dar respuesta a un problema con dimensiones y características nuevas que no pueden afrontarse con los instrumentos de siempre.- Aparte los datos, siempre nuevos, del último Informe que acabo de resumir, a grandes trazos, sobre la exclusión social de Navara, la mayor novedad que encuentro en él es la constante referencia no ya a otras regiones españolas, frente a las que hasta ahora solíamos complacernos, sino a otras regiones europeas de nuestro nivel ecomómico, frente sa las que nos encontramos en flagrante inferioridad. Buen estímulo para los años venideros. ¿No somos Europa? Pues, confrontémonos en todo tipo de estadísticas con nuestros afines europeos y aprendamos a trabajar en el empeño de la igualdsd y de la justicia social, contra todo tipo de exclusión, como han hecho ellos, con éxito innegable.