Tanto como he escrito en mi vida sobre Cataluña, no puedo escribir, estos días, nada sobre Cataluña. Leo con avidez lo que se publica; me alegran sobre todo las manifestaciones, tan tardías a veces, de quienes desde Cataluña defienden la unidad de Cataluña y de España, sean empresarios o sindicalistas, pero soy incapaz de volver a escribir sobre ello. Todo me parece banal y ya dicho, cuando no divisor y negativo. Me duele que apenas se remache otra cosa que el coste o el provecho económicos en las dos opciones: trapisondas de mercaderes. Veo que cualquier inoportunidad o exceso se magnfican hasta extremos ridículos. Veo a políticos españoles, que se llaman constitucionalistas, enredarse o pelearse entre sí como si se tratase de un nuevo plato de lentejas. Suicidas. Sigo pensando, como escribí hace dos semanas para el periódico, que casi todo llega tarde; que se perdió un tiempo precioso, por ignorancia, miedo y falta de patriotismo, y que los mayores responsables son los relevantes catalanes, que se viven españoles (no sólo se sienten), muchos nacidos en otras partes de España, que han callado como muertos, cuando tantos de ellos -desde escritores a deportistas- deben a los españoles gran parte de su vida, de su fortuna, de su fama, de todo aquello que son.- Días de penitencia. Una larga pena. Una gran tristeza.