Volvemos, un esplendente día de primavera, al Bocal. Cerrado ahora a los coches, que pueden aparcarse cerca del canal, lo encontramos muy mejorado. Los árboles crecidos, frondosos; el jardín del palacio mejor cuidado; renovado el parque, con mesas y asientos, cubiertos, de madera: las huertas convertidas en fincas experimentales, con verduras de primavera y árboles frutales. Pisamos de nuevo la vieja e imponente presa de tiempos del emperador Carlos V, y contemplamos las huellas de las últimas y altas acometidas del río durante las últimas semanas, a los pies del palacio renacentista. Después, hacemos el delicioo paseo hasta la presa llamada de Pignatelli, entre el brioso cantar de los pájaros -los mirlos como maestros de coro-, la fresca brisa, y la acogedora soledad, con apenas cuatro o seis vistantes a últimas horas de la mañana. La gran presa, más azul que nunca, uno de nuestros grandes lagos, es la imagen misma del sosiego del cauce fluvial. El nacimiento del Canal Imperial es uno de los más bellos y acertados robos,con todo disimulo, al río Ebro, que se queda casi sin la mitad del agua que le dieron los tres grandes ríos navarros.- Tras recorrer las calles del viejo y nuevo Fontellas, el lugar que más ha crecido en la Ribera navarra, y ya de vuelta a Pamplona, entramos en Cadreita por la gran vía central que divide el pueblo en dos. Cadreita, población de dos mil y pico habitantes, que ha venido creciendo poco a poco hasta hoy, se expande, humilde, en una terraza fluvial, entre la baja llanura aluvial, que ocupa un feraz regadío y las tierras de cereal en el somontano del anticlinal yesífero de Arguedas. A la vía central la atraviesan perpendicularmente, a un lado y otro, muchas calles secundarias, estrechas y largas, uniformes, que parecen iguales. Desde que el lugar fue conquistado por el rey Sancho Ramírez el año 1084, siempre estuvo, hasta hace medio siglo, en manos de unos y otros: el monasterio de San Ponce de Tomeras, reyes de Navarra, Príncipe de Viana, Gil de Vidaurre, los Díaz de Aux, los duques de Alburquerque y maqueses de Cadreita. En los años de la Transición, bajábamos, por las tardes, todos los políticos (bisoños todos) a Cadreita, en un constante concurso de declaraciones demagógicas contra la nobleza, el caciquismo, la dictadura y… las tierras del duque, que no había que comprar, demanera alguna, individualmente…, mientras los paisamos colonos, unos después de otros, iban comprando de tapadillo durante la noche esas mismas tierras, de las que se iba deshaciendo guapamente el administrador de la casa ducal. Ésta, edificada en el siglo XVIII, ahora destinada a servicios comunales, fue reformada por el arquitecto madrileño Cubillo de Arteaga, A otro arquitecto navarro, Sainz de Olza, se debe la iglesia contigua, de San Miguel Arcángel, levantada en 1959, con dos airosas torres de ladrillo en forma de diente de sierra, inversa en cada una de ellas; en su interior guarda algunas piezas del templo precedente, entre ellas una Virgen del siglo XIV y dos altares romanistsas del XVII. En la misma plaza del Ayuntamiento está la reciente casa consistorial, de Laviñeta, planta baja y dos elevadas, con porches, haciendo juego con el resto de los edificios, entre ellos el club de jubilados, desde donde salen varios paisanos y el chincho alegre de una jota. Casi todos las casas antiguas del pueblo, habitadas por los antiguos colonos, tienen dos alturas, y se mezclan, sobre todo en los extremos y en algunos huecos, con todo tipo de estilos nuevos. Siendo como es la agicultura el sostén económico del pueblo, son los productos transformados por las conserveras la verdadera marca local. Ya desde antiguo Cadreita tuvo sus talleres de carretería y carpintería, sus fábricas de chocolate, de ladrillo y tejas, pero también una elemental industria conservera. Uno de sus restaurantes, y de cáterin, es conocido en toda Navarra, Los dos edificios más curiosos, por nuevos y bellos, son el Colegio Público y el Centro Cívico: éste, de un vivo color azul y rojo y de audaz estructura. Pero lo que nos impresiona en verdad esta tarde es la multitud de personas emigrantes del Magreb (los populares moros), que vemos en todo nuestro recorrido; en las bocacalles y en medio de las calles, entrando en sus casas y saliendo de ellas, madres con niños, varones solos y mujeres solas, grupos de adolescentes… Al salir, pasamos por delante del Nuevo Casino La Unión, donde solíamos tener los mítines, y a cuyas puertas se arremolina la gente. Esta tade hay allí un concurso de jotas. Dicen los periòdicos que Cadreita es, estos dìas, la capital de la jota.