Una de las últimas tardes de mayo, frescas de sol y soleadas de viento templado, nos fuimos a dar la vuelta de Aranguren, todavía con los trigos verdoyos y los primeros alcaceres ceriondos, rizados por la brisa primaveral. Habiamos pasado entre la guardia frondosa de la alameda supérstite, en el tramo que desde Ilundain nos lleva hacia Labiano, cuando una de las ruedas delanteras comenzó a deshinflarse y a dar tumbos, y tuvimos que parar en un pequeño espacio baldío, que por fortuna había en el margen de la calzada. Llamamos a los servicios de Auxilio en carretera, que prometen la pronta venida de los servicios de Grúas Navarra. Estamos situados, a efectos de identificación, a kilómetro y medio de Ilundain, entre un trigal y un campo de colza, con las últimas flores que huelen a miel silvestre. Y en esto que acierta a pasar por allí un motero, se para y nos pregunta si pinchó la rueda. Aparca la moto Yamaha junto al coche, se quita el casco, nos saluda, y se pone a mirar la rueda deshinchada. Es alto y fuerte, treintañero. Viene desde Estella, camino de Burlada. Nos hace abrir el maletero, coge la rueda de repuesto, el gato y la llave. Coloca el gato, desmonta la rueda, soltando los tornillos, y nos muestra el clavo causante del accidente. Pone la nueva rueda, pero no acaba la operación, por respeto a los que están a punto de llegar, que algo, clero, tendrán que hacer. Desde la cercana Granja Haritz Berri de Ilundain pasan paseando cinco chavales y una chavala con un monitor, y se detienen un poco ante el espectáculo. La chavala, más descarada, le pide al motero sentarse en el sillín y nos pide después un cigarro. En vano. Sus compañeross, que parecen tímidos, se sonríen y uno de ellos pregunta si se pinchó la rueda. Son los primeros testigos de esta obra buena. El motero nos dice luego que está acostumbrado a estas cosas, que le gusta y le divierte. Bendito él. Hablamos de los moteros y de sus desgracias en carretera. –Tenemos mala fama -comenta-, pero no somos tan malos. (Las noticias de estos días hablan de la siniestralidad en moto, que en las carreteras españolas ha subido un 32% en el último año: en 2015 fallecierom, en las 24 horas posteriores al accidente, un total de 247 personas.). Llega la camioneta de Grúas Navarra y resulta que el gruista y el motero se conocen. Se saludan afectuosamente. Como el gruísta encuentra todo hecho, sólo queda firmar el parte y recomendarnos que vayamos despacio hasta Pamplona y que primeramente hinchemos la nueva rueda, que está poco llena. Por lo que hablan los dos, nos enteramos que nuestro ángel protector vive y trabaja en Barañain. Con toda clase de razones de agradecimiento, le despedimos, deseándole que todos se comporten con él, como él con nosotros. Nos cuenta entonces que hace poco, en un accidente bastante grave que tuvo, nadie se detuvo a ayudarle. Malditos sean.