Llueve otoño, esta mañana, en los viejos hayedos.
Huele a otoño mojado.
Suena a otoño llovido.
Llueven hojas maduras,
rojas, sienas, ocres, amarillas,
castañas, tabaco y oro.
Las hayas blancas,
altas, gigantescas,
entre helechos y eleboros,
y el musgo compasivo,
parecen huir por la pendiente
y refugiarse
en los brazos del hada de la niebla.
Solo el paso quedo de la lluvia,
diosa protectora del bosque,
rompe el silencio original.