David Gelernter, 61, de origen judío, profesor de Yale, filósofo y uno de los genios de la computación, autor de Las mareas de la mente, intenta poner las cosas en su sitio, los puntos sobre las íes y un poco de claridad en las relaciones entre la racionalidad, la conciencia y la inteligencia en su conjunto, sentimientos y emociones incluidos. Ante la frivolidad de ciertos científicos pretenciosos que quieren comparar los animales y hasta las máquinas con los seres humanos, el sabio norteamericano afirma rotundo que el ordenador nunca alcanzará una conciencia como la humana, no tendrá un modo consciente, no experimentará emociones y nunca estará en condiciones de vivir el mundo o de imaginar nada. Los ordenadores, escribe, pueden simular pero no vivir la realidad. Los partidarios de la supermente informática se han corrompido intelectualmente por fantasías de poder, pero también por la cantidad de dinero que mueve el negocio del procesamiento de datos. No muy lejano a las lecciones que hace muchos años nos dio Zubiri, Gelernter nos repite que la racionalidad es solo un segmento de la mente humana, junto con otros segmentos, todos ellos unificados, como la voluntad, los sentimientos, la memoria, la imaginación… Por eso disitinguen algunos el pensamiento racional del estético o emocional, y los dos forman lo que yo siempre llamo la inteligencia humana. Pero, segun Gelernter, muchos científicos desprecian estas complejidades y acaban siempre intentando racionalizar el pensamiento, hacerlo mero cálculo, cuando es imposible explicar el sentido artístico, por ejemplo, mediante una serie de procesos bioquímicos o neurofisiológicos en el cerebro. Frente a los que reducen la inteligencia humana a pensamiento racional, a razón, el sabio judío replica que es la conciencia, la capacidad autorreflexiva del intelecto, cosa que ni los animales ni los mejor equipados robots pueden poseer. Ninguno de los dos puede generar subjetividad, mundo interior, vida espiritual propia. Aunque la eficiencia de la máquina, como la potencia de los motores, sea indefinida, no estamos ante la creación de una mente sobrenatural. Ni hemos dado por fin con la piedra filosofal. Con expresiones más literarias que filosóficas nos dice que cuerpo y alma se reflejan el uno en el otro. Yo prefiero decir, siguiendo el pensamiento hebreo clásico, que se trata de un cuerpo almado o espiritualizado y de una alma corporeizada, que no pueden vivir el uno sin la otra, ni ésta sin aquél. Escribe igualmente Gelernten que la conciencia es a un tiempo lo visto y lo que ve, lo observado y el observador-. Una lección necesaria, viniendo sobre todo de quien viene.