El año pasado, el Oxford Dictionaries Word of the Year, o palabra del año del Diccionario de Oxford. fue el emoji o pictograma de una cara con lágrimas de alegría, que superó a las palabras de moda lumbersexual y refugii. Este año, tras las eleccciones presidenciales en los Estados Unidos de América, que han dado el triunfo a Trump y el Brexit británico, que salió triunfante pese a todas las encuestas que lo daban por derrotado, la palabra seleccionada ha sido post.truth, la post-verdad, lo que sustituye a la verdad y resulta al fin ganador. No sé si en el mundo anglosajón, al que se refiere el Diccionario, pero en el mundo en que yo vivo hace tiempo que la palabra clave es la misma. No sé si, como dicen los que hacen el Diccionario, son las emociones las que han sustituido a la verdad, o, más bien, los intereses, o el miedo a veces, o la ignorancia con frecuencia, o la moda dictadora casi siempre, o todo eso junto, combinado a fin de derrocar a la débil verdad de su trono teórico e inestable. Podemos preguntarnos quién busca hoy en la vida pública, la verdad por sí misma, si es que alguien cree en ella; si es que alguien se atreve a pronunciar esa palabra sublime; si es que alguien se atreve siquiera a pensar en su concepto, borrado hace tiempo por la convicción de que el llamado pluralismo, la llamada subjetividad, el llamado criticismo, que reduce todo, a parecer y conjetura, hacen imposible que la antigua hipótesis de la verdad tenga ya sitio en nuestro mundo contemporáneo.