En estos días de niebla, frío y lluvia de noviembre, mes de los difuntos, leo el sugerente poema de fray Diego de Valencia de León (la actual Valencia de Don Juan), poeta franciscano, maestro en Santa Teología, «físico, estrólogo y mecánico», uno de los más copiosos poetas del Cancionero de Baena (1430), del que recojo las tres primeras octavas:
Dime, muerte, ¿por qué fuerte
es a todos tu memoria?
Ca tu muerte fue conuerte
a los que biven en gloria.
Citatoria y munitoria
embías que me confuerte,
dilatoria, perentoria,
a mi puerto non apuerte.
Tú desfazes muchas fazes
que fueron fermosas caras,
los rapazes de almofazes
con los señores comparas,
algazaras muy amaras
contra muchos buenos fazes,
tus señaras cuestan caras
al coger de los agrazes.
Religiosos muy famosos,
papas, reyes, emperadores,
soberviosos, poderosos,
fijosdalgo, labradores…
no son peores ni mejores
ante ti nin más graziosos,
pecadores con dolores
van del mundo deseosos.
(Ca= porque; conuerte = consuelo; apuerte= llegue; almofazes= mozos de cuadra; señaras= tierras de pago)