Imposible comentar la larga entrevista que hizo EP al papa Francisco hace una semana. Espléndida entrevista, donde lo que me impresiona más es la propia entrevista: todavía no estamos acostumbrados a esto tan nuevo, que un papa hable de tantas cosas importantes a la pata la llana, a tiara quitada, podríamos decir reverentemente aquí. Me limito, pues, a lo que se dijo sobre España, aparte el rápido recuerdo de Ceuta y Melilla en relación con los inmigrantes. Cuando le preguntan a Francisco qué le llega de ESpaña, responde con humor que unos polvorones y un turrón de Jijona. Cuando le dicen que es un país donde el debate sobre la laicidad y religiosidasd está muy vivo, simplemente comenta: Está vivo, muy vivo, sin querer decir más. Pero, al preguntarle directamente qué piensa de eso, el papa se decanta por el diálogo: Diálogo, Es el consejo que doy a cualquier país. Por favor, diálogo. Como hermanos, si se animan, o, al menos, como civilizados. No se insulten. No se condenen antes de dialogar. Si después del diálogo, quieren insultarse, bueno, pero por lo menos dialogar. Si después del dialogo se quieren condenar, bueno. Pero pero diálogo. Hoy día, con el desarrollo humano que hay, no se puede concebir una política sin diálogo. Y eso vale para España y para todos. Asi que si usted me pide un consejo para los españoles, dialoguen. Si hay problemas, dialoguen.- No me vale que el papa quiera sumergir España en el caso general de todos los países por dos veces, porque está hablando sobre España. Y, por lo visto, Francisco nos tiene, lo diga o no más expresamente, por no buenos dialogantes o por no dialogantes sin máas, en lo religioso y también, como está claro, en lo político. Nos tiene, qué le vamos a hacer, por poco civilizados, y por eso nos sabe tan a poco el consejo. Los consejos más concretos, en todo caso, se nos darán cuando dialoguemos, que eso parece ahora lo urgente y apremiante, confiando tal vez demasiado en el diálogo. Y en ésas estamos: no hemos pasado de ahí.