Cataluña en España (y VII)

 

         En el período posterior, el nacionalismo catalán, muy diversificado, va progresando. En 1905 nace Solidaritat Catalana, formada desde carlistas a republicanos, frente a una dura ley de Jurisdicciones, que intenta reprimir la crítica creciente y las acciones incontroladas. En 1914 se creó la Mancomunitat de Catalunya, presidida sucesivamente por los nacionalistas Prat de la Riba y Puig y Cadafalch. Tenía por objetivo la construcción de la identidad nacional a través de la unificación y normalización de la lengua, mejora de las infraestructuras, potenciación de la educación y cultura catalanas… Políticos catalanistas de la Lliga Regionalista participaron en varios de los Gobiernos de la Restauración.

Desde la Asamblea de Parlamentarios (1917), crítica con la política nacional española y principio de la reinvidicación de un Estatuto para Cataluña, hasta 1923 transcurrieron, sobre todo en Barcelona, unos años de trágica conflictividad entre sindicatos obreros -especialmente la CNT, nacida allí en 1910- y patronales, con la que acabó la Dictadura del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera (1923-1930), bien acogida por la opinión pública y por la burguesía catalanista. Pronto el dictador suprimió la Mancomunitat y persiguió la lengua catalana, lo que exasperó al movimiento nacionalista catalán.

El intento del ex coronel y separatista Francesc Maciá en abril de 1931, proclamando la República Catalana, como Estado integrante de una inexistente Federación Ibérica, pudo compensarse rápidamente con la instauración de una autonomista Generalitat de Catalunya, regida por Esquerra Republicana de Catalunya, mayoritariamente no independentista, que consiguió aprobar el primer Estatuto de Autonomía en septiembre de 1932. Más grave fue la proclamación, el 6 de octubre de 1934, por el nuevo presidente izquierdista Lluis Companys, del  Estado catalán dentro de otra inexistente República Federal Española, que cortó por las bravas el republicano y catalanista capitán general  Domingo Batet con unos cuantos cañonazos, y dejó un centenar de muertos, el presidio del presidente y de sus colaboradores, la suspensión del Estatuto, y un precedente gravísimo de una próxima guerra civil.

Toda la restante historia es demasiado conocida para que la rememoremos aquí.