A sus 47 años, Fernando (Fer) Altuna Urcelay, conocido activista de COVITE, no ha podido aguantar más. No pudo quitarse de encima la losa del recuerdo de su padre, capitán de la policia ncional, asesinado por la banda independentista y terrorista vasca en 1980, durante las fiestas de su pueblo natal de Erentxun (Álava), cuando él tenía 10 años. Como era tiempo de negociaciones con ETA político-militar (ETA PM), asesina de Altuna, su causa se archivó en 24 horas, y el poder político y judicial se desentendiò del caso. Leí ayer noche la bitácora que le dedica Santiago González, culpándose a sí mismo de haber elogiado el final de ETA PM y relatando la vida de Fernando, como víctima 859 de ETA. Cientos de comentarios le siguen, formando un conjunto estremecedor. Elijo estos párrafos de uno de ellos, uno de tantos de la serie: Fernando Altuna era un conversador que generaba una amistad inmediata. Abría su corazón a todo el que quería escucharle y contaba su historia con calma, sin patetismo. El tema era el dolor por la pérdida de su padre y que la justicia le dio carpetazo a su asesinato. Un dolor que acabó con él. La negociación con ETA fue lamentable. Sólo se explica por el espanto que dominaba al gobierno y a la clase política ante el terrorismo etarra y los efectos que podía producir. A los cuatro meses del asesinato de Altuna se produjo el golpe del 23 F. La negociación con los etarras fue inútil para evitarlo. No sirvió de nada. Además, los polimilis iban a dejarlo en cualquier caso. No podían seguir sin soporte político. Aun recuerdo la rueda que dieron los polimilis para anunciar su disolución. Habían llegado a la conclusión de que ya no era necesaria la «lucha armada». Lo había sido justo hasta que ellos decidieron que no. Miserables. Quedaron totalmente libres. No fueron ni acusados, y desaparecieron los expedientes en los que estaban implicados.