Jn 11, 1-45
Estaba enfermo Lázaro,
el discípulo a quien amaba, sobre todos, Jesús.
María, su hermana, informó al Maestro
de la infausta novedad,
pero aquél sólo pudo llegar
cuatro días más tarde.
Lloró Jesús, conmovido también,
la muerte de su amigo
con María y todos los presentes,
Era el sepulcro una cueva
cerrada con una piedra grande.
Retirada la losa por orden del Maestro,
éste gritó con todas sus potencias
¡Lázaro, sal fuera de ahí!
Y saltó la vida, vendada de pies y manos,
la cara envuelta aún en el sudario.
Y muchos, en verdad, que estaban expectantes,
creyeron en Jesús de Nazaret.