En Txingudi y Oiasso

 

        Tantos años yendo y viniendo entre Irún y Fuenterrabía  (hoy, Ondarribia), subiendo y bajando entre Higuer, Guadalupe y Jaizkibel, yendo y viniendo al/del aeropuerto…, ¡y sin conocer hasta ahora el Parque Ecológico de Plaiaundi! Pues, por fin, lo conocemos y lo valoramos: entre el Bidasoa y la regata de Jaizubía, frente a la serenísima Bahía de Txingudi, entre Irún. Hondarribia y Hendaya. De gran valor naturalístico, especialmenrte como reserva de aves, dentro de la Lista de Humedales internacionales, RAMSAR, y propuesto para integrar la Red Europea de Espacios Naturales, NATURA 2000. Frente a la entrada, la Ekoetxea, centro de información y exposición está estos días cerrada y en torno a ella se sientan en bancos y mesas de de madera varios corros bulliciosos de personas dando cuenta del almuerzo  bajo un sol todavía veroñoniego. Seguimos los 17 paneles, que son nuestros guías magisteriales, y recorremos los los 2 kilómetros de senderos, que nos llevan, entre una espesa y alta vegetación de avellanos, laureles, arces, sauces, tamarices, abedules, acacias, mimbreras, bambúes…, a los observatorios y miradores de aves en las dos lagunas-islas de San Lorenzo y Txoritegi, conectadas por una sistema de compuertas, hasta la extensa playa intermareal, desde donde contemplamos la Bahía, con sus pequeñas cuatro islas, los postes de madera que dividen las aguas de España-Francia, donde se posan media docena de cormoranes, esperando la bajada de la marea para devorar, junto a sus compañeros limícolas, el alimento cotidiano de los limos: gusanas, cangrejos, almejas… A nuestra espalda, y cerca de la laguna de agua dulce, el nuevo estadio de atletismo de Irún, que añade la belleza del esfuerzo humano a este singular paraje natural. De frente y al fondo, la iglesia y el palacio imperial de Hondarribia  y los puertos de Hendaya, sin que  las costas pobladas de las dos villas vecinos y costeras nos dejen ver la salida a la alta mar. Un cisne blanco, de esos que se cantan en los poemas románticos y aun modernos, alza su vuelo, entre bandas de gaviotas posadas en el agua y los pacientes cormoranes, y da unas vueltas majestuosas sobre las aguas serenas, como si quisiera fascinarnos con su gallardía. El cielo del último y cálido verano se cubre de las primeras nubes del otoño lluvioso. ¿Dónde mejor para celebrarlo?

Volvemos luego a nuestro admirado Museo de Oiasso.