Reccorrimos parte de la zona, cuando hace dos años descubrimos, casi al azar, y visitamos el castiilo-testigo de Portilla, del siglo XI, subido en un farallón, una de las primeras fortificaciones fronterizas del Reino de Pamplona, y seguimos hasta el vecino castillo de Lanas sobre el pueblecito de Ocio, concejo de una treintena de habitantes, perteneciente al municipio de Zambrana. Nos gustó tanto aquel paisaje idílico, entre la sierra Portilla y el risco que da nombe a la fortaleza, atravesado por el río Inglares y su espesa fronda, que hemos vuelto a él. Al pie del risco, en su flanco norte, encontramos la sombra fría de varios viejos nogales. Uno de ellos parece ser de aquellos árboles venerables –arbola santua-, a cuyas cansadas y extensas ramas les han puesto unas púas altas para sostenerlas. Allí damos fondo con todo el repuesto de nuestras alforjas, mientras vemos pasar, cerca de nosotros, sedientos y semiexhaustos, decenas de txirrindularis del Euskadi Extreme (Bike Marathon), organizado por la Fundación Vital, que comenzó en Vitoria y terminará en Labastida. Algunos nos preguntan por una fuente -la tenían en medio del pueblo, junto a la bolera- y otros, con buena voz y ánimo, nos gritan:
–Qué bien estáis ahí..
– Venga. A ver si no llegas el último.
–Quedan todavía muchos detrás.
Bajamos después, saliendo del valle del Inglares hacia Salinillas de Buradón. Desde la frontera oriental de Ocio contemplamos la torre fortaleza de Lanas, del siglo XII, hecha de piedra arenisca con argamasa, rodeada de tres recintos defensivos concéntricos, levantados un siglo más tarde, mantenidos parcialmente hasta hoy y restaurados entre 2000 y 2002. En torno al fortín nació el poblado y el señorío de Ocio, en manos de los Gómez de Sarmiento, a quienes veremos dominando tambén Salinillas. El despoblado de Buradón se halla en el risco de su nombre, donde comienza a erguirse la sierra de Cantabria, que protege toda la Rioja Alavesa, en la orilla izquierda del Ebro y de las célebres Conchas de Haro: altas y arriscadas calizas cretácicas, entre las que pasa el río a su entrada en La Rioja. Creado alrededor del castillo de su nombre, incendiado el año 939, en una de las razzias de Abderramán III, todavía son visibles los difíciles accesos a él, entre picachos rocosos, donde se plantó un día la fortaleza cristiana, de cuyas murallas quedan algunas muestras. Cuando en 1200 Vitoria se entregó al rey Alfonso VIII de Castilla, Buradón fue una de las villas que se le entregaron también. En 1264, Sancho IV de Castilla fundó la villa de Salinillas de Buradón a cierta distancia del poblado primitivo, y la población se trasladó al nuevo lugar. Volvió posteriormente a Navarra y perteneció al Principado de Viana, creado en 1423, siendo punto estratégico de la frontera navarra con Castilla.
Salinillas de Buradón, concejo de un centenar de habitantes del municipio de Labastida, cuadrilla de Laguardia, está montado sobre una pequeña meseta y guarda el paso occidental del río Ebro hacia la próxima ciudad de Haro y las tierras llanas de La Rioja. La orografía que lo circunda es bravía, varia y mágica. Por el norte, como hemos visto, la sierra de Portilla; por el sur, el alto de San Cristóbal, el paso de La Lobera y el barranco de Valinera; y por el sureste, la imponente sierra de Toloño, que se precipita en un terreno accidentado, cubierto de bosques y algunas tierras de labor. Viñedos y sernas cerealistas, todavía verdes, ocupan los terrenos llanos inferiores. Fue villa realenga, después donada a Diego Gómez de Sarmiento, mariscal y adelantado mayor de Castilla, y sucesores, pasando más tarde a los condes de Oñate (los Guevara y Ayala). Los dos linajes principales dejaron un monumento más perenne que el bronce a la villa. Cuando uno entra en el pueblo y pregunta por la torre defensiva, de tres alturas, de piedra arenisca en medio del lugar, te dicen que es la torre de los sarmientos. Así, al menos, entendí yo la primera vez. Nada de eso. Es, naturalmente, la torre de los Sarmiento. Sus suscesores, los Oñate, la encerraron, como si fuera un cofre, en su palacio rectangular de dos plantas, austero y renacetista del siglo XVI, conjunto declarado Patrimonio Histórico Español.
Damos una vuelta por el pueblo. Recorremos sus murallas, levantadas en la fecha de la constitución de la villa, recrecidas en la parte mejor conservada, con dos puertas al norte y al sue: el Arco Arriba y el Arco Abajo, que enlazan las dos calles, que incluyen en el centro la iglesia de la Inmaculada Concepción. En Salinillas hubo también una judería hasta 1492. En la calle Mayor lucen unos cuantos solemnes palacios con grandes escudos. No hay plaza mayor. De eso hace la vieja plaza del palacio, donde tmamos unos refrescos. Y es el caso que la gente que habla y bebe en la terraza del bar no hace más que aplaudir a los ciclistas, que siguen pasando todavía a docenas, quién lo iba a decir, después de tanto rato. Suben sin cesar por la cuesta que entra por la puerta del sur, y llegan casi todos derrengados, aunque aqui hay una fuente en medio del lugar, y se paran todos a beber. Junto a la entrada a la villa hay una especie de propagandista o animador infatigable, no sé si oficial u oficioso, que no para de jalear y aplaudir a los que llegan; les dice que faltan 14 kilómetros, nueve de ellos cuesta abajo, y que tienen la fuente a unos metros. A casi todos les grita su mejor ánimo:
-¡Máquina! Hala, hala.
Corros de adolescentes, jóvenes y mujeres también aplauden sin cesar, en la terraza del bar y en cualquier parte. Salinillas, fin provisional de etapa, es, por lo visto, un punto clave del Extrem.
Intentamos, al final de la tarde, ver en las ruinas del antiguo poblado, las trazas de la única iglesia paleocristiana conocida en el País Vasco, descubierta cuando en 1993 se construía el túnel abierto en plena roca para dar salida a la N-232, salvando las susodichas Conchas de Haro. Apareció un pequeño templo construido con sillares, ladrillos romanos y bloques de adobe del siglo V, de 17 por 5 metros. Fue reconstruido y ampliado siglos más tarde: ábside de herradura (siglo X), nave de planta casi cuadrada, tenante de altar y una amplia necrópolis de 44 sepulturas de lajas. Hasta una piscina bautismal del templo primitivo.
Pero no encontramos el sitio, por mucho que miramos, y lo dejamos como objetivo principal para una próxima excursión.