No me parece mal que el PSOE haya añadido en sus Estatutos la preceptiva consulta a sus bases a la hora de elegir un nuevo gobierno en cabeza propia o ajena. Pero es una novedad muy corta. Porque en cualquier elección democrática los votos y los escaños los dan los votantes y no sólo los militantes. Sabemos muy bien algunos la libertad y autonomía relativas que tienen esos militantes -nombre, por cierto, no muy apropiado-, siempre sujetos a la disciplina, a veces férrea, de las formaciones políticas, no siempre los mejores, y acostumbrados, por la cuenta que les trae, a la obtemperancia, cuando no a la obediencia frailuna, con votos o no, a sus superiores. Hagan, pues, los partidos estudios, sondeos, encuestas entre sus votantes, que les irá mejor que si consultan sólo a los militantes de la casa y de la causa.
Mutatis mutandis, es la diferencia entre la tradicional Iglesia jerárquica y la Iglesia como Pueblo de Dios (Vaticano II). Si para cualquier decisión grave, se consultara al cuerpo eclesiásitico y a los fieles de cada comunidad cristiana, estoy seguro de que las respuestas serían muy diferentes. Muy diferente será la Iglesia del mañana cuando en los sínodos y los concilios esté representado todo el Pueblo de Dios y no sólo la Iglesia de los obispos, arzobispos y cardenales, más algunos superiores generales de las órdenes religiosas.
Y aún queda por conocer la opinión de los que no son ni militantes, ni eclesiásticos, ni votantes, ni fieles cristianos. Mejor nos fuera, si los consultáramos igualmente y tuviéramos en cuenta sus pareceres.