Las voces del silencio (XV)

 

LO TRÁGICO DEL SILENCIO. C

 

          Lo que no quiere decir que esos mismos autores, como vimos antes, no subrayen la fuerza del silencio que reside en lo más pofundo del ser, cuando uno decide mirar en el interior de sí mismo, cuando uno se vuelve, en medio de un silencio  terrible, hacia un agujero negro, al decir de Huyssman en el mismo libro citado. Maeterlinck señala varias raíces del miedo al silencio: Ninguno de nosotros desconoce esa sombra potente (…) y por eso el silencio causa un miedo tan profundo. Soportamos en rigor el silencio aislado, nuestro propio silencio, pero el silencio de muchos, el silencio multiplicado, y sobre todo el silencio de una muchedumbre es un fardo sobrenatural cuyo peso inexplicable temen las almas más fuertes. Por eso el ser humano anda una gran parte de su vida rebuscando los lugares en que no reina el silencio: ¿Cuántas amistades ordinarias no tienen más base que el odio al silencio?

Si Milton habla de la serpiente (espíritu del mal) silenciosa y Pascal del terror que suscita el silencio de los espacios infinitos,  Senancour asocia cierto silencio al tedio y Obermann al hastío. Baudelaire expresa la inquietud que podía generar un silencio persistente, como el que reina los domingos en la ciudad, cuando la máquina urbana se detiene. A mediados del siglo XX, Saint-Exupéry hace experimentar al lector el silencio trágico del avión extraviado, que podemos extender al silencio de las guerras, de los combates y de las muertes de millones de personas.

Rodembach insiste en el parentesco entre silencio y enfermedad, donde los enfermos aparecen como los grandes sacerdotes del silencio, más capaces que nadie de conocer su verdadera naturaleza: guía hacia su desaparición tanto como prueba de su eminente dignidad: Parece que el silencio, expulsado de todas partes, haya ido a esconderse en los enfermos; vive en ellos como en las catacumbas.

Y Max Picard, en su obra citada, remacha esa misma experiencia: La enfermedad ha llegado, el silencio la ha seguido. (…) Actualmente el silencio resulta siniestro porque no se encuentra más que en los enfermos.